lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz Inicio del Mundo





Hace un par de días una cadena importante de bebidas gaseosas sacó a la luz un spot publicitario que mostraba como nacían varios bebés y comenzaban una nueva vida justamente cuando otros hablaban o temían  aquella estampa tan publicitada, manoseada y catastrófica del  fin de la humanidad.

En el video se muestra claramente, sin ningún tapujo, una hilera perfecta de adminículos quirúrgicos, monitoreos, camillas, quirófanos, batas verdes, habitaciones estrictamente estériles, madres recostadas horizontalmente, padres en pasillos, y bebés envueltos en mantas dentro de cunitas separadas en la guardería de un intachable recinto hospitalario. Cada ser humano estaba separado de su total entorno íntimo en medio de manos desconocidas con guantes y batas, todos lloraban entre emociones de felicidad y de cambio que uno siente, tan raras como cuando uno viene de la oscuridad y lo encandilan.  Finalmente, el spot con letras grandes, fastuosas y persuasivas nos desean el Feliz inicio del Mundo.

Para los que estamos por una vida más consciente, esto no es más que la clara visibilización descarada de la violencia obstétrica. Y más aún, la constatación de que ese protocolo es el "normal" a la hora del nacimiento. Ya sabemos que el momento crítico del nacimiento hoy en día es el momento vital más manipulado, irrespetado, invadido y apurado que le puede ocurrir a un ser humano, el cual es pasado a llevar tanto por un sistema de salud como por la sociedad misma, avalado por la impuesta y conveniente desinformación de nosotros mismos.  Un medio violento recibe a sus nuevos integrantes de una forma violenta, y los trata de la misma manera a lo largo de su vida, justamente para tener el control de sus vidas y en lo posible poder manipular su ingenuidad y su fortaleza interior.

He sido catalogada por pensar de este modo como fundamentalista, y se me ha espetado que los fundamentalismos son los causantes de los mayores conflictos en este mundo.  Esto me lo han dicho, para mi profundo pesar,  otras mujeres, y además me han dicho que cada una puede parir como se le dé la gana.  A lo que yo respondo de total acuerdo: con que soy irremediablemente fundamentalista y con que cada una pare como se le da la gana. También creo que los mayores conflictos son por la pura y mera falta de amor que hunde al ser humano en sus más bajos niveles energéticos y replica lo que le ha sido entregado a lo largo de su vida. Es cuestión de observar un poco: nacimientos por cesáreas, separación a los meses de vida de la madre que se ve obligada a trabajar, un sistema escolar que estandariza y crea individuos en pos de un estrato de personas  económicamente productivas, etc.

Yo quiero ser más extrema aún, quiero que cada mujer tenga toda la información a la hora de parir y pueda parir como se le plazca, quiero que cada mujer tenga toda la información del proceso fisiológico, emocional, físico, espiritual, social, económico, psicológico, cuántico, biológico, astral que se vive desde que una es niña en torno a su sexualidad o capacidad de vivir placenteramente, cuando una está embarazada, durante el parto, el postparto y el resto de la crianza de esa nueva vida que inicia su experiencia de este mundo.

Sabían ustedes que la posición más incómoda para parir es de forma horizontal? Sabías tu que la forma horizontal es la más cómoda para el médico? Sabías tú que no es necesario intervenir ni inducir un parto con químicos pues tu cuerpo sabiamente segrega todo lo necesario para que nazca tu bebé? Sabías tú que cuando el médico muchas veces sentencia que el nacimiento de tu hijo  tiene que ser en horario de oficina es porque él tiene que salir de vacaciones o tiene otro compromiso? Sabías tú que cuando nace tu bebé tu cerebro comienza a funcionar desde otro centro? Sabías tu que te sientes literalmente “rota” pues no sabes cómo enfrentar tu cambio de identidad que ahora te define como “mamá”? Sabías que te sientes vulnerable y que empieza todo un recuento de tu propia vida y el encuentro con tu propia sombra o tus dolores o tu tristeza de niña es irrefrenable? Sabías tu que el nacimiento de tu hijo es una crisis vital y el detonador de grandes crecimientos espirituales y emocionales en tu vida? Sabías tu que la llegada de un nuevo integrante a esta sociedad puede ser una esperanza para hacer de este un mundo mejor? Sabías tú que gracias a la experiencia de dar vida puede hacerte tocar literalmente el paraíso y la dicha que has esperado por tanto tiempo?

Preguntas como esta pueden llenar un tratado completo.  Es tanta la información que desconocemos a la hora de ser mamás y papás, que pienso que una vida no daría abasto para aprenderla previamente.  Es para mí un acto de profunda pasión esto de ser madre y de sentirme con la responsabilidad de tomar la felicidad en mis manos y difuminarla por donde paso, para que todos la sientan.  Sin embargo, puede parecer algo petulante y arrogante pensar que yo puedo “enseñar” al resto lo qué es ser feliz.  Solamente puedo sentir en mi interior mi felicidad y vivirla.  Lo que sí puedo intentar es hacer conciencia de lo que yo creo que puede ayudar al resto.   Y para mí la desinformación que cargamos como una mochila muy pesada nosotras las mujeres es una pieza que nos lapida a diario.  La conexión con nuestra naturaleza más profunda es un aspecto que hemos perdido a lo largo de la historia por el simple hecho de ser mujeres y de tener un poder incomprendido y temido por otros.  No permitamos que sigamos con la venda en los ojos, no entreguemos nuestros procesos naturales a instituciones que la mayoría de las veces solo buscan el lucro y viven en una frustrante rutina diaria con hastío y con ganas de que “ya termine el día”.  No sigamos aumentando el vacío emocional que ya tenemos al anestesiarnos y no enfrentar con alegría y valentía lo que nos toca enfrentar dentro y fuera de nosotras.  Encarémonos. Sintamos el poder que tenemos y no validemos este sistema que todas ya nos dimos cuenta de que no funciona en absoluto, no por nada algunos tenían la esperanza de terminar con tanto sufrimiento este 21 de diciembre mediante la destrucción total de este mundo.

La desinformación extrema y fundamentalista es una de las lacras más grandes de nuestra sociedad.  El no querer ver y el no querer hacerse cargo le sigue en la lista.  La violencia obstétrica es el primer paso para crear un ser humano violento, y la persecución de nuestra profunda naturaleza y la escucha a nuestra humildad humana alejada de la irreprochable actividad cerebral del neocortex es lo que puede cambiar nuestra forma de vivir y de relacionarnos.  Que el feliz inicio del mundo se parezca lo más posible a aquel nacimiento que se dio hace alrededor de 2 mil años, ese inicio del mundo trajo a nuestra historia humana a uno de los grandes.  En un entorno modesto nació Cristo, su nacimiento fue bastante más amable y amoroso de lo que vemos hoy en día en los spot publicitarios.  Ven ustedes cual es la diferencia entre ambos nacimientos?



sábado, 22 de diciembre de 2012

Canciones de cuna y la Navidad




“El camino que lleva a Belén
lo voy marcando con mi viejo tambor,
nada hay mejor que yo pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor
al Redentor, al Redentor”
El Tamborilero

Foto de Patrica Márquez e Ignacia


La primera canción de cuna que broto de mi corazón en pleno mayo fue un villancico, una canción cantada para el niño Jesús naciendo en el pesebre. Surgió de forma espontánea desde la más profunda emoción que sentía con Manuel en brazos. Una canción que entonaba mientras perseguía la estrella que Manuel y su nacimiento significó y significa aún en mi vida.   Quizás explotaba en mí la misma emoción que me producía la mágica estampa de la navidad cuando yo era chica.  Y eso que cuando yo era niña ya el consumismo se había apoderado completamente de las fechas en diciembre.  Pero para mí la navidad, con su olor a mango y a pino verde, siempre tuvo su halo mágico inmerso en villancicos y un momento especial más allá de los regalos y reuniones familiares. Y hoy reconozco materializada esa magia en el nacimiento de mis hijos, y en mi nacimiento como madre, y una vez más las canciones de navidad acompañan esa magia.

Mis canciones de cuna desde ese entonces son por excelencia villancicos cantados en cualquier época del año, y la verdad al cantarlas me produce una especie de éxtasis ante los ojos maravillosos de mis hijos, que poco a poco comienzan a cerrarse hasta dormir en mis brazos.  Mis dos estrellas duermen pausadamente al calor de mis canciones.  Mientras tanto pienso que el nacimiento del niño Jesús tiene un gran simbolismo en nuestra cultura, y hoy siendo madre creo que toma aún mayor fuerza ese simbolismo.  Si Dios envió al mundo a su hijo para demostrarnos que un ser humano puede tener todas las cualidades como las que tuvo el Maestro Jesús desde su nacimiento, pienso que cada niño que viene a este mundo representa una posibilidad de vivir y entregar la vida hacia el Amor.  Jesús vino a transgredir todas las reglas, se rebeló ante los cánones de su época, nos enseñó un modelo de humildad y de vida que todos podemos seguir de la forma más sencilla que uno pueda pensar.  Y miro en mis brazos a Gabriel durmiendo junto a su hermano y siento que una vez más Jesús nace, Jesús nace en mí, Jesús nace al mundo, nacen todos los niños con la misma potencialidad de amar y enseñarnos amar tal como lo dijo Jesús.

Mientras canto me identifico humildemente con María su madre y  el acto de mayor sencillez de un ser humano: su nacimiento.  El parto en un pesebre repleto de otros mamíferos, y en la simpleza más pura, me conecta con su total naturaleza y fortaleza, María pariendo a su hijo, como todas las mujeres en este mundo podemos hacerlo.  Y me pregunto en qué momento dejamos que ese aspecto tan maravilloso fuera alejado de nosotrasEl nacimiento de Jesús es el acto más amoroso del cual seguimos aprendiendo.

  (…) En seguida, Jesús comenzó a mover la cabeza, a veces hacia la derecha, otras a la izquierda y, finalmente, a abrir la boca en forma de O. Guiado por el sentido del olfato, se acercaba cada vez más al pezón. María, que aun se encontraba dentro de un equilibrio hormonal particular, y por ello muy instintiva, sabía perfectamente cómo sostener a su bebé e hizo los movimientos necesarios para ayudarlo a encontrar el pecho. Fue así como Jesús y María transgredieron las reglas establecidas por los neocórtex de la comunidad humana. Jesús –un rebelde pacífico desafiando toda convención- había sido iniciado por su madre.

(…) La noche siguiente, María durmió un sueño ligero. Estaba vigilante, protectora y preocupada de satisfacer las necesidades de la más preciosa de las criaturas terrestres. Los días siguientes, María aprendió a sentir cuándo su bebé tenía necesidad de ser mecido. Había tal acuerdo entre ellos que ella sabía perfectamente adaptar el ritmo del balanceo a la demanda del bebé. Siempre meciéndolo, María se puso a canturrear unas melodías a las que agregó algunas palabras. Como millones de otras madres antes que ella, María descubrió así las canciones de cuna.(*)

Y sigo cantando a la Estrella de Belén,  como en un trance me lleno de calma y dicha y revivo el momento como si yo misma estuviera naciendo en un pesebre en el calor de mi madre.  Mis niños siguen durmiendo en mi regazo rodeados de paja y siento que a nuestra familia no le hace falta más que esa luz que emana de mi corazón hacia ellos. Mis canciones de cuna seguirán siendo por mucho tiempo canciones de navidad, de esa época que nos recuerda el nacimiento de Cristo, de ese momento que nos enseña que tenemos la potencialidad certera de conectar con nuestro interior más humilde y más sencillo. La Navidad se vuelve una instancia en donde nace nuestra esperanza y sin duda nace nuestro amor una vez más. Porque la Navidad puede ser en cualquier época del año y el hogar nuestro pesebre permanente. Porque nuestros hijos y el amor por ellos son la estrella que seguimos siempre con una canción de navidad de fondo.

(*) Nueva mirada sobre la Navidad, La cientificación del amor, Michel Odent, Editorial Creavida: Bs. As, 2001. Pág. 130.


viernes, 14 de diciembre de 2012

Hacia una maternidad consciente



Desde mis reflexiones como madre, considero que cada vez se vuelve más importante develar este crecimiento acelerado que he ido obteniendo al enfrentar la maternidad, esa necesidad intrínseca de sentir la sutileza de las experiencias que han traído a mi vida el nacimiento de  mis niños. Es algo así como una necesidad urgente por sentir intensamente cada pisada del camino bello en donde voy creciendo junto a ellos, y hacer un balance para percatarme justamente de ese crecimiento.

A partir de todas mis experiencias maternas, empiezo a concientizar básicamente que es de suma importancia para nosotros los seres humanos en general, tomar conciencia de la inmensa responsabilidad que involucra nuestro propio cuerpo, y con ello inmediatamente sentiríamos la importancia que involucra nuestra sexualidad y la relación mutua que tenemos con otros seres humanos.  Con esto,  asumiríamos la importancia trascendental que implica convertirse en madre o en padre y la implicancia que tiene este acto en la conversión y la formación de seres humanos más completos, felices y plenos.

En el caso de nosotras las mujeres, una vez que la maternidad llega a nuestra vida, y se despliega vigorosamente el abanico abierto de la existencia, nos damos cuenta y se nos revelan una infinidad de hechos que no teníamos en cuenta antes, y que muchas veces no podíamos mirar de frente o que no esperábamos. Nuestra conciencia se expande. La maternidad trae la magia de rebalsarnos a nosotras mismas, nos sumerge en un mar desconocido e intenso.  Entre medio de la exuberancia de la emoción, nos muestra aspectos que no queremos ver y otros que queríamos hace tanto tiempo en nuestra vida. La maternidad nos colma, nos lleva a la plenitud, nos tira al suelo, nos revuelca y sin duda nos cambia.

Y es en este cambio tan remecedor cuando la reflexión calmada se vuelve un ejercicio determinante y sanador.  El caminar con cautela sobre los caminos del bosque mágico, nos envuelve en el aura de la conciencia y la intensidad del sentimiento se hace aún más placentera.  Y tomamos el reto y decidimos caminar con valentía, eliminamos lo que tenemos que desechar y asumimos nuestras virtudes que son nuestro mejor talismán y la luz que nos guía. 
Con la energía materna que nos envuelve vamos tomando conciencia de nuestro cuerpo, de nuestro entorno, vamos sanando todo lo que haya que sanar.  Tomamos conciencia lentamente:

1.- La magia en mi cuerpo se ha hecho. Comienza a crecer en todo sentido mi ser. Crece mi vientre, crece mi espíritu, crecen las ganas de mejorar y de hacer el mejor nido para ese ser que también crece conmigo y en mí.

2.- La introspección es una actividad que practico a diario. Me observo, observo mi entorno y fluyo con él.  Mejoro en todo los sentidos, busco el bienestar y me alejo de la identidad que me ha hecho mal.  Quiero ser feliz, así siempre, como me siento exactamente ahora en este mismo momento.

3.- Tomo conciencia de mi cuerpo y de la conexión que tiene este con la naturaleza.  Me alejo del artificio que solo me procura un bienestar material y a la larga me crea solamente dependencias e inseguridades acerca de mi misma.

4.- Me escucho en todo momento.  Soy el canal que trae a la vida esa otra vida divina. Mi cuerpo es sabio y nadie, absolutamente nadie, sabe más que yo acerca de mi hijo y de mi misma.

5.- Me desnudo, abandono mi mente y dejo que todo fluya en mí, en mi pecho la leche y el amor, en mis ojos las lágrimas que limpian mi interior y mis dolencias, las cuales dejo ir. Me pongo en contacto pleno con mi hijo, como siempre hemos estado, ahora reconociéndonos cara a cara y continuamos la cercanía más íntima. 

6.- Siento como la oportunidad de vivir el embarazo, el parto, la lactancia y la crianza son actividades que nacen del más profundo amor que emana de mí, los cuales me permiten crecer y trascender.  Vivo el aquí y el ahora con este bebé en brazos y esta emoción que me desborda y que quiero por siempre sentir.

7.- Siento la necesidad básica de cuidarme, procurar mi bienestar con calor, con cariño, con afecto hacia mí misma.  Me nutro a mi misma y puedo así nutrir con el mismo amor a mi hijo.

 8.- Me sumerjo en el silencio que hay en mi interior, me conecto cada vez más con mi hijo y con mis instintos, y con firmeza los sigo cada vez más con mayor convicción.

9.- Agradezco cada una de las situaciones que vivo, incluso aquellas que me molestan en lo más profundo, pues reconozco los límites que tengo y reconozco la necesidad de escucharme y de hacerme escuchar, nadie sabe mejor que yo qué es lo que necesito y que necesita mi hijo.

10.-  Recuerdo mi infancia y replico con mis hijos aquellas vivencias que me hicieron sentir bien, y descarto todas aquellas que no me hicieron pasarlo bien. 

11.- Empatizo con mi hijo y trato de vivir la crianza lo más horizontalmente posible, respetando sus proceso y con ello los míos.

12.- Busco ayuda si me siento desbordada, no escucho palabras que me hacen sentir insegura, culpable y bajan mi autoestima.  Busco el calor de cariño amistoso, la escucha empática y la comprensión amorosa y sincera.

13.- Reviso mi interior y mi entorno. Despejo, limpio y sano con mi energía materna todo aquello que ya no sirve y procuro y entrego lo mejor al mundo, a mi familia, a mis hijos, a mi misma.

14.- Tomo conciencia de que cada acto que hago, que he hecho y que quiero hacer, lo hago con el más profundo amor que pueda yo sentir, y que cualquier error que pueda cometer, es parte de mi aprendizaje,  del crecimiento de mi conciencia y mi sentido común.

15.- Amo a mis hijos con un profundo e infinito amor, y comprendo con ello que son seres que vienen a hacer su destino en esta vida, y que me han elegido para ser su madre.  No puedo manipular su vida, solamente puedo acompañarlos y guiarlos.  Mi mejor arma es educar con el ejemplo.

Tomo conciencia.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Vinculándonos y creando lazos de amor: I Jornada de Crianza Respetuosa


La Agrupación Vinculados organizó  la Primera Jornada de Crianza Respetuosa, la cual se llevó a cabo el 17 de noviembre en Santiago.  Este grupo de profesionales tienen como objetivo claro movilizarse en pro de una crianza saludable, creando espacios tan importantes como el que se llevó a cabo hace unas semanas atrás. 

Una serie de destacados profesionales se dieron cita aquel día para hablar de distintos aspectos que atingen a la crianza y cuidado de niños,  desde la gestación, el parto,  durante su crecimiento y la relación que mantenemos con nuestro ecosistema. Fueron un sinfín de aportes profesionales con una muy rica posibilidad de retroalimentación, una experiencia muy familiar y acogedora, en donde todos los actores nos sentimos en un ambiente hogareño y placentero.

Una jornada en la que la reflexión y la conversación sincera se hicieron sentir.  Y es que estos temas no pueden ser más necesarios y urgentes en la actualidad. Es primordial darle mayor realce a este tipo de actividades y de encuentros, en donde las ideas conscientes se planteen y se transformen en nuevas formas de criar y observar nuestro mundo y el de nuestros hijos.  Una sensación de cambio paradigmático en torno a la crianza se está haciendo sentir enérgicamente, y es preponderante abrirle más espacio para que la esencia y naturaleza del amor pueda emerger desde nuestros corazones de una forma más consciente. 

Se agradecen instancias como estas, en donde podemos palpar que podemos cambiar este maltratado mundo, dirigiéndonos hacia una cultura más armónica, amable y amorosa con nosotros y nuestro entorno, orientada justamente hacia donde están nuestras promesas más grandes: nuestros hijos. 

Y sé que pronto en espacios como estos escucharemos ya no tan solo a profesionales, dándonos sus valiosos enfoques científicos, si no que a padres o madres, desvestidos de todo ropaje profesional, exponiendo desde la espontaneidad y la consciencia clara sus puntos de vista parados desde donde se comanda la importante labor de la crianza: desde nuestro hogar. Padres y madres hablando desde su experiencia parental reflexionada y concientizada, sentida y experimentada en los poros, desde la esencia misma de nuestro ser.  Así podremos además gozar de una aún más franca conversación, con un intercambio de ideas espontáneas y tomar un poco más de conciencia acerca de aquella labor que nuestra sociedad hoy descalifica tanto y considera que puede ser reemplazada por cualquier otro sujeto o institución.  Es hora de darle la importancia a nuestra esencia, otorgarles el lugar y título que tan altamente se merece, porque es parados desde ese ser madre o padre es que podemos vivir la vida, cambiarle el curso hacia una más amorosa y enseñarles a los más pequeños que la vida es un milagro y un milagro muy feliz.

Los cambios de mirada emergen de encuentros como este, donde el intercambio de ideas bulle con toda la creatividad y fuerza con que crecen nuestros niños. Gracias por haber creado este vínculo entre todos los asistentes, gracias por los lazos de amor que ahora nos unen con más conciencia. Gracias porque creo que al fin estamos cambiando nuestro modo de pensar y nuestra forma de criar.



lunes, 26 de noviembre de 2012

NO a la violencia contra la mujer, NO a la violencia obstétrica




Vivimos en una sociedad en donde los valores masculinos están siempre por sobre los valores femeninos.  El predominio de lo tradicionalmente masculino en nuestra cultura se sustenta básicamente en aspectos que vemos en la cotidianidad: la explotación del hombre por el hombre, la competencia desmedida y la búsqueda del éxito,  las clases sociales, el dominio de los ricos sobre los pobres, el dominio del hombre sobre las mujeres, y el dominio de los adultos por sobre los niños, el dominio del ser humano por sobre los animales.  Y hoy sabemos de sobra que esta estructura que nos rige no conduce más que al sufrimiento de los seres humanos y de los otros seres que habitan la tierra.  Un paradigma en extremo violento y que claramente ya no funciona. 

La violencia se cuela por todos lados, traspasa paredes, transgrede posesiones sagradas de los seres humanos (como los niños) y está presente en nuestra mesa a la hora de comer.  Y sin duda tiene mil caras.  Una de las violencias a lo largo de nuestra historia que ha sido más destacada es la violencia hacia la mujer, contra  la cual se ha luchado duramente por principales corrientes humanistas durante el siglo XX, y afortunadamente se han logrado avances. 

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer fue aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1999,  y se celebra anualmente cada 25 de noviembre, en memoria de las hermanas Mirabal, tres hermanas dominicanas que se opusieron a la dictadura y fueron asesinadas por el dictador Rafael Leonidas Trujillo.

En el presente post quiero hoy hacer referencia básicamente una de las violencias en contra de las mujeres más invisible, aquella que está institucionalizadas y tan mecanizadas que ya es parte de los protocolos médicos y es vista como parte de la atención normal y adecuada en los recintos médicos llamados maternidades.  Esta violencia es silenciosa y vulnera hoy no solo a las mujeres si no también a los niños recién nacidos y a los padres, en uno de los momentos más sensibles del ser humano: el parto y el nacimiento. 

Qué es la violencia obstétrica?

La ONU define "violencia contra la mujer" como: Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en la vía privada.

Entonces podemos definir “violencia obstétrica” como: todo acto que vulnere o humille o involucre un trato vejatorio hacia la mujer o al bebé durante la gestación, labor de parto, el parto y horas posteriores al nacimiento produciendo daño ya sea físico, emocional o psicológico en ellos.

A continuación algunos de los hechos que involucran violencia durante una labor de parto y parto:

1.- El exceso de intervencionismo médico con procedimientos invasivos por ejemplo el tacto, y con masividad de profesionales en el lugar del parto. 

2.- El exceso de medicalización, sobre todo el uso de oxitocina sintética para la inducción del parto.  El parto es un proceso involuntario y por ende no se puede controlar.  La oxitocina sintética si bien ayuda a la dilatación, no contribuye a la producción natural de otras hormonas que debe producir el cuerpo de la mujer en parto.  Además contribuye a que el dolor sea más intenso. 

3.- Reproches, burlas, comentario descalificadores y bromas hacia la mujer por parte del personal médico, por ejemplo: mofarse por lo quejumbrosa
. Así como también el conversar de  “otros temas” interesantes para los que “trabajan” en el parto

4. La postura de la madre en forma horizontal o de acuerdo a la comodidad del personal que atiende el parto.  Normalmente se recuesta a la madre y no se le permite libertad de movimiento alguno, es decir levantarse cuando quiera, caminar, sentarse o ponerse en la posición que la madre se sienta más cómoda.  Aquí caben las situaciones que acostumbran en algunos lugares como amarrar los pies o las manos de la madre.

5. Acompañamiento durante el partoUna mujer en labor de parto tiene el derecho a permanecer acompañada todo el tiempo por quien lo desee y cuanto tiempo ella lo necesite.

6. Separación de la madre y el recién nacido. Ningún procedimiento médico justifica separar a un recién nacido sano de su madre. Cualquier tipo de examen se puede hacer con la madre presente.  La separación
 injustificada que perturba el momento más delicado del equilibrio oxitocínico del establecimiento de la lactancia y del vínculo afectivo entre ambos.
7. Violencia física o rutinas que se aplican ciertos procedimientos que no tienen fundamento, como por ejemplo: tactos, depilación, inmovilización, etc.

8.- Rotura artificial de membranas, cuya finalidad es apurar el nacimiento.  Esta rotura debe hacerla el bebé. 

9.- El pujo dirigido:  El pujo debe realizarse sólo cuando la madre tenga las ganas de hacerlo. Una madre que no tiene ganas de pujar puede que sea una cuya dilatación no esté completa. Se debe respetar el deseo de pujo y ninguna persona puede forzarlo.

10.- La episiotomía es un corte en la vagina de la mujer. Se utiliza la excusa que así es más fácil que la cabeza del bebé “salga”. La Organización mundial de la salud la desaconseja y son muchos los expertos que lo  consideran un procedimiento innecesario e incluso peligroso.
11.- Una cesárea innecesaria: un procedimiento del cual muchos obstetras abusan para satisfacer su comodidad, sobre todo horaria.
La violencia obstétrica es sin duda un tipo de violencia que va en contra de las mujeres, y por ende contra los bebés. La lista de puntos de violencia durante un parto puede ser interminable. Lamentablemente, en este momento tan frágil del ser humano, y lo digo para la madre, el padre y el bebé, la violencia que se ejerce es una forma eficaz de reproducción de la violencia social de una generación a otra.  Las secuelas quedan sobre el sistema neurológico de niño y el sistema emocional y psicológico de la madre, el padre, porque un parto es un recuerdo para toda la vida.

Este tipo de violencia lamentablemente sigue sin ser reconocida por los sistemas legales de la mayoría de países como una violencia sistemática ejercida en maternidades hacia las familias.  Es solo mediante la búsqueda de información por ende el empoderamiento de cada uno de nosotros, seamos hombres o mujeres, que podemos visibilizar y conocer este tipo de prácticas y en ese instante hacer el cambio.  La toma de decisiones conscientes e informadas hace que nuestros paradigmas en torno a la gestación, el parto, el nacimiento y el puerperio, es decir paradigmas de nuestra sexualidad vayan cambiando. 

Es hora de tomar conciencia.

Aquí: Otro artículo de violencia obstétrica interesante



miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Lactancia y el Bienestar


“Cuanto más estresante y fragmentado se torna nuestro mundo moderno, más nos damos cuenta de  nuestra necesidad de calma y contacto.  Este anhelo se refleja en el cuestionamiento acerca de nuestro agitado modo de vida, así como en una consciente búsqueda de las vías hacia la serenidad y las relaciones personales armoniosas”
Kerstin Uvnäs




Ilustracion de Soledad (Afra) Martínez

Si intento definir lo que entiendo por bienestar, viene a mí una sencilla sensación de respiración pausada, un sentimiento de vida holgada y abastecida de todas aquellas vivencias que me conducen a pasarlo bien y estar en tranquilidad, paz y armonía.  Me percato simplemente de que respiro profundo, lento y que con ello me siento plena y feliz, una sensación que recuerdo se posó en mi vida un día cualquiera cuando me observé y vi que tenía un bebé en mi pecho.

Las mujeres de hoy,  en la cotidianidad de nuestros días, estamos más emparentadas con los ajetreos externos que nos impone un mundo exitista y competitivo, que con la calma y el reposo que vivimos ansiando y jamás alcanzando.  Nuestras metas desde pequeñas se enganchan al desarrollo intelectual y más tarde al desarrollo profesional. Todo en orden de obtener más libertad económica y por ende personal, todo en orden de cumplir con los retos que la vida nos impone como sujetos de una sociedad que busca el bienestar en el dinero, en la acumulación de bienes materiales o brillando para otros mediante logros profesionales.

No es casualidad que con mayor frecuencia posterguemos la maternidad en busca de acumular este tipo de experiencias externas, y con el único objetivo de demostrarnos a nosotras mismas y al resto que podemos lograr un sinfín de metas.  Del mismo modo,  podemos jactarnos que le doblamos la mano a nuestro destino al controlar nuestra capacidad de dar vida interviniendo  nuestro cuerpo gracias a una refinada evolución en la industria farmacéutica y tecnológica. Hemos conseguido el bienestar que creemos es nuestro objetivo sentir, un bienestar material y un bienestar de “control” de nuestro cuerpo y nuestros ciclos biológicos.

Sin embargo, la esencia natural que aún poseemos en nuestro interior logra hacerse presente.  ¡Bendita sea ella! Un día llega a nuestra vida y a nuestros brazos un pequeño ser que creció en nuestro vientre nueve meses.  Dejamos de controlar todo y nos damos cuenta que hay cosas que no se pueden controlar, y que ciertas comodidades que poseemos no sirven del todo en ciertos momentos de la vida.

Me recuerdo sentada en la cama con mis pechos desnudos, mirando la cara de mi bebe, en un estado de contemplación altísima que cualquier maestro espiritual desearía. Todo detenido en una sola mirada, en una sola respiración, la cual transcurre al unísono de las pequeñas inspiraciones de ese ser que retoza en tus brazos y en tu regazo.  Una sensación de calma, de quietud, de sentir como la vida simplemente sucede en ese minuto.  La confianza, el optimismo, poco a poco ahuyentan la agresividad de aquel bullicio de la calle allá afuera.  Comienza a abrirse un mundo lleno de magia y de dicha en el interior de una,  se abre una puerta hacia el estado de la sanación.  Tus pechos rebozan en leche y tu alma reboza en felicidad.  Tu mente se ha detenido, en un intenso momento de neutralidad, en el que la nutrición recíproca ocurre a manera de un feliz milagro.

Una parte tuya, desconocida en tu existencia hasta ese momento, hace su aparecimiento.   A veces no es fácil asimilar esta nueva faceta, tu animal agresivo y acostumbrado al ataque allá en la selva de cemento, se desconcierta, se agita y aúlla buscando la totalidad de su territorio en tu cuerpo.  Y tú prefieres sin dudar al hada lenta, sencilla y calma que ahora te posee.  Esa hada de leche que lleva hacia tus pechos el elixir de la sanación.  Bulle muchas veces el miedo ante esta dualidad y quieres huir, pues el proceso curativo inicia una limpieza y aparecen tus dolores internos, aquellos recuerdos escondidos en los recovecos de tu cuerpo.  Y aún así, quieres que esa hada se quede, pues ella alimenta a tu hijo y te nutre a ti sin duda. Lo sientes. El néctar de la lactancia ahuyenta el miedo y aceptas el reto de remover lo que internamente y emocionalmente ya no te sirve.

Amamantas. Tu cuerpo inicia una fase de crecimiento y sanación.  El proceso de nutrir a tu hijo involucra una entrega mutua y desinteresada de energía para ambos.  Cuando tu cuerpo y la mente están en calma, es posible abrir la puerta hacia nuestros recursos internos y desplegar aun más la creatividad generosa que inició su invasión hace ya unos meses atrás durante la concepción.  La habilidad del ser humano para aprender, comprender, resolver o enfrentar problemas es mayor cuando estamos bajo los efectos de la calma y la quietud.

Tu hijo a su vez, inicia su vida en el territorio de la calma.  Su único deseo es estar siempre junto a su madre tal como lo hizo durante nueve meses internamente.  Sus necesidades básicas son estar al calor de su madre y bebiendo el único alimento que amamanta además a su emocionalidad, su autoestima, su ser interior. Acurrucado en la teta de su madre, es donde el obtiene esta calma, esta magia que respeta sus procesos y le otorga la plenitud de protección que necesita.

La lactancia es portadora de este elixir mágico de bienestar mutuo.  El estado que te entrega el pequeño gran acto de amamantar es una luz de paz que se instaura en tu ser y en el de tu hijo. Los obstáculos para alcanzar esa luz, bien pueden ser derribados, sólo está en que te decidas, te escuches y te entregues a tu naturaleza.  Te lo aseguro, estarás alcanzando tu más alta cima, la contemplación y trascendencia máxima, estás alcanzando el bienestar que tanto tiempo has deseado.


martes, 6 de noviembre de 2012

Mis partos y yo

Desde que tengo memoria, en mi memoria de niña,  creo que el dolor al parto es uno de los miedos más incrustados en mi adn.  Los relatos de mi madre y sus partos ayudaron bastante a sellar en mi piel aquel fantasma temible.  Nací mediante una cesárea urgente, luego de horas de labor de parto en una clínica, con peligro de ruptura del útero, y un tajo que rasguño mi frente antes de que yo viera la luz externa.  La desesperación de mi madre fue mayor cuando le dijeron que venía con un pie curvado hacia adentro y de seguro, sin preguntarle, cuando nos separaron por horas hasta que los médicos decidieran.  Quizás en algún momento preferí dejar deshabitado totalmente el cuarto oscuro del parto en mi esencia y la razón hoy me parece obvia.  Y  bueno, luego vino la cultura, terminándose así de inscribir en mi mente que el proceso del parto se entrega la medicalización por sobre la naturaleza, estandarizándome de esa forma para cuando me llegara la hora de parir. 

Así desde que nací vi el mundo cruzado por el paternalismo de una cultura que pretende  que seas mansa y obediente en todo orden, y especialmente a la hora de tener hijos.  Porque así te conviertes en una buena mujer, una mujer que no cuestiona nada y que entrega todo sus procesos al resto.  Que tu embarazo se lo entregas al ginecólogo y él decide cuando nace tu hijo.  Me temo que desde niñas poco a poco nos enseñan el miedo, y con él nos van despojando de nuestros deseos y de nuestra naturaleza.  Ya en la adolescencia te miran con lástima cuando viene tu menarquia, luego cuando comienzas a enamorarte antes de cualquier otra cosa te enseñan a que el embarazo puede “arruinar tu vida”. Luego estudias y buscas una profesión y creces en el ámbito profesional con el mismo miedo al embarazo porque ahora puede seguir “la ruina” de tu carrera o de tus proyectos personales.  Cuando entras a un buen trabajo sigues postergando tu maternidad por que el miedo te da alguna nueva justificación, y el miedo a estas alturas ha cambiado de disfraz más de mil veces.  Cuando llega el momento en que quedas embarazada, dentro de las primeras emociones que vienen a ti está el miedo. Y casi en penumbras comienzas a darte cuenta que nunca habías decidido habitarte internamente, vivir en tu ser más esencial y femenino que te llama a gritos y se te planta  hoy en frente.  Cuando das el paso, tu vida cambia radicalmente, pero el miedo una vez más aparece con nuevo traje.

El miedo al dolor del parto es uno de los tantos disfraces del miedo que nos insertan desde niñas, para mi gusto una artimaña más para que te alejes de ti misma, de tu ser interior y por ende de tu poder.  Nuestra cultura vive el dolor como algo detestable y buscan eliminarlo de cualquier modo y a costa de cualquier cosa.  Jamás te muestran que el dolor es parte de la vida, un proceso integrado a esto de vivir, un sentimiento que acompaña casi siempre un crecimiento, un sentimiento muy humano.  Tan despreciado él y tan parte de nosotros como la noche dentro de un día.  Eliminarlo y temerle es el objetivo de nuestro sistema. Nunca nos enseñan a ir a través de él, cruzarlo con dignidad, valentía y arrojo.  A nadie le conviene que sepas que una vez que lo enfrentas y sabes que lo has hecho tu sola, el poder te inunda y te hace más grande, puedes ser invencible. Te vuelves peligrosa.

Cuando llegó mi hora de parir, tuve miedo. Mis dos partos fueron totalmente medicalizados. Hubo inducción para apurar la dilatación, hubo oxitocina sintética, hubo un dolor inaguantable, hubo epidural, hubo depilación, tactos, episostomía, hubo monitoreos, hubo manejos externos de mis contracciones. Hubo ruptura de membranas.  Tuve miedo.  En algunos momentos tuve la mano del padre de mis muchachos, en momentos le decían que tenía que salir, sin preguntarnos o explicarnos absolutamente nada.  Escuché muchas historias de vacaciones en el Caribe, peleas entre colegas y uno que otro deseo puesto en palabras de qué es lo que querían almorzar ese día,  mientras me forraban con sondas y ponían algún medicamento o que se yo. Había mucha luz, bulla, batas verdes y de todos colores que venían y me decían algo. 

Hoy leo con regocijo las historias de partos naturales de mujeres valientes que tuvieron la suerte quizás de haber llegado a ese punto de sus vidas con una conciencia más elevada.  He llorado mil veces al escuchar como sienten su cuerpo ayudando a nacer a sus hijos. Los observo con algo de nostalgia, sana envidia y de culpa por que yo misma pude habitarme así y haber sentido mis partos desde mi pedestal femenino y no en una camilla horizontal.  Entonces me percato de que aparece otro de los hilos con los que me hilvanaron desde que nací: la culpa. Otro hilo que apunta a la desconexión, otro hilo más con los que nos siguen sometiendo en silencio a las mujeres.

Me observo cocida con estos hilos, y coincido en que debo cortarlos eliminarlos de mi vida. Decidimos todas eliminar estos hilos de nuestras vidas.  Al irlos cortando, descociendome, voy sintiendo como voy entrando a mi morada, a mi casa, a aquella que decidí hace tiempo volver. 

Y voy a mis partos, y observo todo el escenario “quirúrgico” antes descrito, sin embargo, decido ver lo esencial.  Voy al punto donde quiero vivirlos una y otra vez, sintiendo aquellas contracciones, sintiendo cada una de mis células femeninas haciendo lo que mejor saben hacer, sintiendo en cada pujo un abrazo amoroso que decido entregarles a mis hijos, mis manos y mi vientre los van tocando y acariciando para darles las bienvenida. Me siento en intimidad y acogida. Siento en mi la fuerza de aquella mujer que parió en un pesebre hace unos miles de años.  Entre las luces, tubos y batas verdes, ya no hay miedo. Los ojos de mis hijos, esos ojos que podría ver toda mi vida, sus manos como dos ovillos, su cuerpo tibio con mi calor, los recibo emocionada, los abrazo y nunca jamás los dejo ir. No hay miedo, no hay más que una sensación de un territorio vasto, verde, cercano a lo que para mi sería el paraíso.  No hay dolor ni miedo, solo hay espacio para la magia que me posee. Mis hijos primero en mi vientre, ahora en mis brazos, en mis pechos, en mi vida y en ningún otro lugar.

Han podido medicalizar lo físico en mí, pero no han podido intervenir mi alma, ni el alma de mis hijos. Ellos han nacido como todos los bebés humanos, con una promesa en las manos y con la esperanza de hacer de este un mundo mejor.  Vivo el amor que siento por ellos y pongo las piedras en el cimiento de la morada que nunca dejé de habitar y que ahora decido habitar concientemente.

Mis partos ahora sin el dolor de haber sido entregados a los catéteres y a otras manos han hecho que el poder del amor se despliegue en mi cuerpo, en mi hogar, en mi lecho y en mi espíritu. Mis partos han hecho que se despliegue una fuerza poderosa, feroz, misteriosa y abundante. Hoy me tejo yo misma, con la lana que  yo misma escojo.

Mis partos y yo son nuestros partos y nosotras. Nos desvestimos de los miedos, las culpas y decidimos habitarnos concientemente. Nuestros partos nos pertenecen, y cada una lo vive con todo el respeto que nos merecemos como seres humanos, como mamíferos, sin apurarlos, sin manipularlos.  Luz tenue, intimidad, comodidad, mujer acogida, mujer feliz viviendo su cuerpo sabio.

 Silencio por favor, esta naciendo uno de nosotros.


viernes, 19 de octubre de 2012

Razones para pedir la ayuda de una Doula

Siempre pienso que si yo hubiera sabido que una mujer que tuviera la fortaleza de ser empática y entregar sus conocimientos y experiencias con amor y desinterés, justo en aquellos momentos cuando nacieron mis dos hijos, mi vida habría sido bastante más fácil y placentera.  Ahora la experiencia me queda a mi y siento que es mi deber el poder hacer llegar a muchas mujeres, madres, padres y familias en general, las palabras que a mi me hubiese gustado escuchar en aquellos momentos.
Por ese motivo hoy quiero dejarles unas palabras que he transcrito del libro Puerperios y otras explicaciones del alma femenina” (p. 114) de Laura Gutman.
Ojalá pueda serles útil o almenos quizás ustedes puedan hacerlo llegar a alguien que lo necesite.

(…) ¿Qué cosas tienen que pasar para que una mujer se anime a solicitar una doula a domicilio?
Cosas bastante comunes: por ejemplo, que sea el segundo día en la clínica después del nacimiento del bebé. O cuando regresa a la casa después del parto. Cuando cuatro días más tarde el varón retoma su trabajo. Si se siente indefensa o temerosa por nada en especial.  Si el bebé llora mucho y no lo puede calmar.  Si tiene cualquier tipo de inconvenientes con los pechos.  Si tiene ganas de llorar.  Si se siente desconectada o irritable con el bebé.  Si se siente sola.  Si no sabe a quién hacerle preguntas.  Si se angustia.  Si no encuentra recursos para sentarse a jugar con sus hijos mayores.  Si se culpa por no estar haciéndolo bien.  Si está desbordada.  Obviamente, si tiene mellizos o trilizos (incluso si cuenta con una nurse o varias).  Si el día es muy largo estando sola.  Si no tiene interlocutores que den crédito a sus percepciones.  Si los hijos mayores la reclaman desmedidamente cuando se ocupa del bebé.  Si las noches se parecen al infierno.  Si le diagnosticaron una depresión puerperal. Si las personas que la quieren le recomiendan que retome rápidamente su trabajo para “ponerse bien”.  Si el marido llega cada vez más tarde a casa. Si sencillamente está deprimida.

Ahora bien, desde que el mundo es mundo, las mujeres han parido y criado hijos sin “doulas” , y casi todas sobrevivieron.  

¿Acaso hay mujeres tan ineptas que sin “doulas” no sean capaces de hacer las cosas correctamente? ¿Por qué serían acreedoras de tanto lujo?
En los umbrales del siglo XXI, las mujeres exitosas o simplemente inteligentes creemos disponer de recursos suficientes para atender a un bebé.  Cuanto más vivamos en el mundo “yang” , más desértico nos resulta el mundo “yin”.  Por eso, una “doula” a domicilio no es un lujo, es una prioridad que todas las mujeres merecemos, ya que un niño pequeño depende del equilibrio emocional de su madre.  A lo largo de la historia, las mujeres hemos construido sostenes posibles que nos garantizan suficiente contención para la crianza de los niños.  Ingresar con comodidad en el mundo externo no nos facilita la fusión ni la comprensión de los mundos sutiles.  En realidad, estamos más huérfanas que nuestras abuelas en muchos casos.  Si bien cada mujer reacciona en forma diferente durante el puerperio, una mujer bien sostenida está en mejores condiciones de sostener a su bebé.  
La “doula” interpreta la “experiencia interior” de cada madre, avalando todos los cambios invisibles y traduciendo al lenguaje corriente la experiencia del puerperio.  No se trata de ayudar con el bebé , ni de ofrecer buenos consejos, si no de acompañar la zambullida en el universo “yin”.
Desde ya, también espero que el oficio de “doula”  ingrese en el inconsciente colectivo femenino.  Que las mujeres “sepamos” después de parir que merecemos naturalmente llamar y solicitar una “doula” a domicilio, para que nos abra las puertas a los Misterios de la Maternidad y despierte en nosotras la intuición ancestral, la sabiduría y el regocijo de la transformación. (…)