viernes, 24 de agosto de 2012

La Mamá de mi Mamá




Cuenta la historia que la vida se hizo en una vasija misteriosa, a la cual llegaban todos los seres para tomar la forma que deberían llevar en vida.  Cuenta la historia que las mujeres dejaron grabadas sus enseñanzas o sus legados a manera de grandes dibujos rupestres en las paredes internas de esta vasija, como caminos o de mapas para que las otras mujeres supieran que camino tomar.  Cuenta la historia que esos dibujos, hechos de mil surcos están en aquella vasija misteriosa, y el misterio más grande es que dentro de ella se forman más vasijas que van siendo marcadas con esos mismos surcos y éstas a su vez pasan a ser los vientres de las mujeres que allí se forman…

La mamá de mi mamá tiene hoy 94 años.  En los dedos curvos de sus manos añosas lleva mil surcos que cuentan parte de su vida.  La mamá de mi mamá nació en el segundo decenio del siglo XX, y hoy sigue viviendo en el segundo decenio del siglo XXI.  Recién este año, la mamá de mi mamá ha ido perdiendo poco a poco la noción de su entorno,  se prepara para dormir a las tres de la tarde y va olvidando algunas cosas de sus memoria inmediata.  Sin embargo, hay otras que no olvida.

En el útero de mi abuela se gestó mi madre.  En ese lugar bebió sus emociones y sintió todo lo que mi abuela sintió a mediados del siglo XX.  Ese fue el universo de mi madre durante  nueve meses, y ahí mismo se formó su útero, el mismo que me albergaría a mí durante nueve meses en plenos años 70.  Si seguimos esa espiral hacia atrás, podemos imaginar el útero que albergó a mi abuela, a su madre, y a la infinidad de abuelas de donde provengo, y pensemos que cada una de ellas lo hizo en determinado momento de la historia.   El útero es el lugar, el fogón, de creación y recreación de vivencias a lo largo de nuestro gran árbol genealógico, y es en ese templo donde se forma nuestro linaje matrilineal.  

Si observamos y estudiamos podemos entender que cada mujer en la línea de nuestra historia vivió cada vicisitud que le tocó enfrentar a la mujer en cada etapa histórica. Y vaya que las mujeres hemos sufrido abusos a lo largo de la cronología o líneas de vida: la imagen de pecadora y de desobediente que nos enseña la historia de Eva, luego en la edad media en nombre de la religión muchas mujeres fueron condenadas a la hoguera tan solo porque su poder femenino de la sanación no era entendido en aquellos tiempos.  Eso por nombrar algunos momentos bastante cruentos enfrentados por las mujeres a lo largo de la historia.  Lo cierto es que si estudiamos los momentos adversos de las mujeres históricamente hablando encontraremos muchos.  Y esos sucesos fueron marcando a las mujeres de nuestra casa, y fueron moldeando sus modos de ser mujeres, madres, hermanas, hijas.  Nosotras mismas si nos observamos detenidamente, en nuestros gestos reconoceremos muchas veces a nuestra madre o abuela.  Cuantas veces repetimos a nuestros hijos las mismas palabras odiosas que alguna vez sentimos caer sobre nuestra autoestima? Y a veces veo a la mamá de mi mamá, pese a sus desvaríos, decir las mismas palabras que algún día me dijo mi mamá.

Y entonces, al pensar en tantas mujeres y avocarnos a la historia de nuestras vidas,  debemos caer en cuenta que nuestras ancestras fueron niñas, fueron hijas, fueron madres, y tuvieron abuelas y bisabuelas, que participaron en su crianza, como antaño se solía hacer.  Y fue en la crianza que se fueron marcando aquellos surcos en todas esas mujeres, aquellos caminos o sendas, que una y otra vez se han ido actualizando y repitiendo a lo largo de los años, perpetuando así los paradigmas patriarcales en los que nos desenvolvemos.  Es decir somos una gran cadena de mujeres que vamos arrastrando y heredando sufrimientos, angustias, hostilidades, sin embargo, afortunadamente también heredamos aquél poder femenino, esa fuerza subyacente interna que solo nosotras podemos entender.

La mamá de mi mamá hoy toma a mi hijo en sus brazos y lo pone en su regazo.  Esta escena hace que yo misma me encuentre con la niña que fui, y asimismo me encuentro con la niña que fue mi madre.  Los surcos en las manos  y en el útero de la mamá de mi mamá hablan también de la niña que fue.  Deshilando esta trama, puedo ver los dolores de ellas, los mismos que han sido míos, las formas de acompañar de sus madres fueron condicionadas por las circunstancias de su momento y por la larga cadena de crianza que arrastraban ya sus madres, y esas formas de crianza tiñeron sin duda la forma de crianza con que yo crecí.   Y recuerdo mis lágrimas, como ríos corriendo, y sus aguas son las lágrimas que se fueron uniendo durante años,  una comunión inmensa de lágrimas femeninas que suelen a veces recorrerme hoy.  Y voy entendiendo muchos de mis inexplicables dolores, de la ira contenida,  y de la rabia estruendosa que muchas veces he sentido hacia las mujeres de mi linaje. 

Derribando la gruesa pared del reproche y el juicio, yendo más allá de la angustia  o alegría que quizás hemos heredado, es importante reconocer también la valentía de cada una de las mujeres de nuestra casa.  Mirarlas como mujeres de su tiempo, en su espacio, mirarlas como en un espejo donde estamos nosotras mismas. Y descubriremos también  en su mirada  lucha, desplante,  arrojo, aliento.  Y su calor nos volverá a envolver en su vasija.

La mujer que se detiene, se observa y toma conciencia de su ser mujer, así desnuda, sin juzgar o ensalzar a las otras, es justamente aquella que decide honrar aquello que forma parte de si misma. Y es esa misma mujer la que puede producir el cambio, la sanación hacia las generaciones futuras, pues lleva en su mano la espada de la conciencia y el amor. Cuando por fin entendemos que el regazo que te ofreció tu madre, es el mismo regazo que le ofrecieron a ella, y miramos los regazos de las abuelas, solamente ahí podemos volver a sentirnos cómodas y amadas, y comprendemos que nuestra madre, y la madre de ella, es como la Madre Tierra, la que hagamos lo que hagamos, jamás deja de sostenernos.  Ella es nuestro mundo,  ella es la vasija que nos contiene. Caminemos hacia los orígenes de nuestra fuente, encontremos el punto exacto de inicio de la angustia y pongámosle fin, ahí radica nuestro verdadero poder.  Solo cuando tomamos conciencia de quienes somos solo ahí podemos sanar.


Algún día yo seré la mamá de la mamá de una niña, y es mi más grande anhelo que aquella niña sienta en su interior el poder del río aquel que la atraviesa, ahora de aguas cristalinas, puras y poderosas, y sienta a su vez, que ese río la nutre de un inmenso amor, respeto y confianza, elementos depositados concientemente a lo largo de tanto años.

Te atreves tú a bucear en los anales de la historia de las mujeres de tu casa?

2 comentarios:

  1. Hola linda
    Aquí Mahi de MaMatriztica
    Leí tu mensajito en mi blog!
    Muy bonito está tu espacio
    quedamos conectadas
    abracitos!!!

    Mahi

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    1. Gracias Mahi!! Que rico estar conectadas!! Gracias mil por tu visita!!

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