miércoles, 3 de octubre de 2012

Mistral, la maternidad y el nuevo feminismo: una breve mirada actual




Un tiempo atrás llegó a mí un libro de escritos políticos de Gabriela Mistral.  Llegó a mi en un momento clave: debía volver al sistema laboral luego del nacimiento de mi segundo hijo.  Ya había pasado anteriormente por ese momento al dejar a Manuel con apenas 6 meses y cumplir con “mis obligaciones” laborales, y mi experiencia había sido nefasta al ir en contra de lo que dictaban mis entrañas.  Leí aquellas palabras de la Mistral con un nudo en la garganta, mientras en la tele anunciaban el balance estadístico en torno al postnatal de cinco meses y medio.  Que distinto sería el cuadro de una mujer y su hijo recién nacido si lo que hacen los planes para regular las leyes laborales en torno a la mujer y trabajo  leyeran este tipo de libros e ideas.

Y pensé: quien más que una sensibilidad de poetisa tan visionaria para comprender los tejidos que bordan las venas nuestras de mujeres-madres.  Quien más que Gabriela Mistral para ilustrar y destacar una virtud que comenzó a ser tan vilipendiada algunas décadas atrás en nombre de la igualdad. Quien más que la misma poesía para defender y encarar lo que ya desde ese tiempo se veía venir como una hecatombe para nuestra humanidad: el ingreso de la mujer al trabajo sin pensar en lo esencial de ella (y de la sociedad): los hijos.

La expresión del instinto maternal en la obra de Mistral es un hilo conductor que va enfocando la maternidad como la más grande vocación a la que una mujer podía optar y lograr.  Gabriela, en muchos de sus escritos políticos, manifestó su oposición férreamente al feminismo de la época, que pugnaba por la “igualdad de sexos” a costa de lo que fuera y defendió la maternidad y la dignidad de la mujer antes que cualquier cosa.  

“La mujer ha hecho su entrada en cada una de las faenas humanas.  Según las feministas, se trata de un momento triunfal, de un desagravio, tardío, pero notable.  No hay para mí tal entrada de vencedor romano.    La brutalidad de la fábrica se ha abierto para la mujer, la fealdad de algunos oficios, sencillamente viles, ha incorporado a sus sindicatos a la mujer; profesiones sin entraña espiritual, de puro agio feo, han cogido en su viscosa tembladera a la mujer.   Antes de celebrar la apertura de las puertas, era preciso haber examinado qué puertas se abrían, y antes de poner el pie en el universo nueva de las actividades mujeriles había que haber mirado hacia el que se abandonaba.”

“La mujer es la primera culpable: ella ha querido ser incorporada, no importa a qué, ser tomada en cuenta en toda oficina de trabajo donde el dueño era el hombre, y que por ser dominio inédito para ella, le parecía un palacio de cuento.  No puede negarse que su inclusión en cada uno de los oficios ha sido rápida.  Es el vértigo con que se rueda por un despeñadero.  Ya tenemos a la mujer médico (¡alabado sea este ingreso!); pero frente a esto tenemos a la mujer chofer, frente a la abogada de niños, está la carrilana (obrera para limpiar las vías); frente a la profesora de la universidad, la obrera de explosivos y a la infeliz vendedora ambulante de periódicos o a la conductora de tranvía.  Es decir, hemos entrado a la vez a las profesiones ilustres y a los oficios más infames o desventurados”

Mistral propuso en su tiempo una nueva organización del trabajo, pues consideraba (lo que es obvio) que los hombres y las mujeres no eran iguales.  Y a la mujer siempre la consideró desde su ser innato y su maternidad y siempre cerca de sus hijos, proponiendo que sus profesiones naturales siempre debían ser alguna actividad con niños o cuidado de enfermos o en la artesanía, pues la naturaleza femenina siempre está orientada hacia el calor del hogar. 

“Mientras el oficio femenino está regido como por una columna tutelar por el niño, mientras se mantiene vuelta hacia él, mientras se desarrolla a su sombra sana ese oficio aparece con la dignidad que tiene cada cosa desarrollada en su zona.  Mirarlo cumplirse no inquieta, ni repugna, ni irrita.”

“(…) Pero sube una ola de sangre cuando se ve a la chofer (…)hacer la espera de su cliente hasta la madrugada, con una temperatura bajo cero; repugna la Brunilda con uniforme de altas botas y pantalones sudosos, después de una marcha forzada, que están ensayando en la nueva Rusia; e irrita como una barbarie tártara ese grupo de limpiadoras de vía férrea que da cuenta un periódico de mi provincia, dobladas como animales en el sol de castigo de la serranía de Illapel.” 

En sus escritos políticos, Mistral es tajante también a la hora de hablar del cuidado de los niños.  Ya en 1928 propone una serie de derechos para los niños, entre ellos, una vez más defendiendo acérrimamente, el derecho del niño a permanecer con su madre. 

"Derecho del niño a la educación maternal, a la madre presente, que no debe serle arrebatada por la fábrica o por la prostitución a causa de la miseria. Derecho a la madre a lo largo de la infancia, a su ojo vigilante, que la piedad vuelve sobrenatural, a su ímpetu de sacrificio que no ha sido equiparado ni por el celo de la mejor maestra. Cuando menos, si la madre debe trabajar, derecho a que el niño la tenga a su alcance por medio del trabajo en el hogar"

Sin duda la Mistral es una mujer visionaria y avanzada para su época, ya los especialistas en poesía lo expresan en su crítica.  Sin embargo,  yo que leo sus escritos hoy en pleno siglo XXI, como una mujer que le tocó poner en práctica y vivir en carne propia mucho de los paradigmas que impuso el feminismo,  me encuentro reflejada en estos escritos de hace casi 90 años atrás.  Hoy como mujer y madre siento la decepción que las mujeres sentimos cuando nos vemos obligadas a tener que elegir entre el trabajo y maternidad, una decepción y una destrucción que esta gran mujer ya anunció: la amenaza por parte del feminismo hacia la maternidad y por extensión al poder genuino de la mujer.

Sin embargo, también hoy por suerte, observo extasiada y esperanzada esta horda maravillosa de mujeres y madres que imponen en el mundo un nuevo feminismo, aquellas que han vivido en carne propia la oposición maternidad-trabajo, aquellas que abogan por una real conciliación familia-trabajo o por una reivindicación del trabajo en la crianza,  un nuevo enfoque en donde nosotras ya no debamos escindirnos para figurar dignamente en la sociedad.  Por fortuna, ese hilo poético mistraliano se invoca hoy con mucha firmeza, y por suerte hoy podemos comprobar que las ideas de una gran mujer tienen más fuerza que nunca y que fueron dichas enérgicamente por una las nuestras: una mujer con corazón de madre.


Textos extraídos de: Gabriela Mistral, Escritos Políticos: Selección, prólogo y notas de Jaime Quezada, Fondo de Cultura Económica, 1994.

Pintura de Gabriela Mistral: Miguel de Valderrama

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