miércoles, 27 de marzo de 2013

De la autoestima, la maternidad y el poder femenino




Que los paradigmas están cayendo es un hecho. Y los paradigmas interiores también.  Es necesario que así sea.

Luego de vivir unos treintaytantos en este mundo, para mí la operación es simple: se encargan de anular por completo nuestra autoestima con el objetivo de que nuestra individualidad y su poder quede sepultado bajo el miedo, la angustia y la desconexión. Nos manejan. Así nuestra necesidad de creer en algo en lugar de conectarse con el verdadero ser que existe –y que tenemos la certeza de que existe porque conocemos sus bordes fuera y dentro de esta realidad y somos nosotros mismos-  nos engancha en una serie de artificios externos que no ofrecen más que un relleno falso.  Lo sentimos y no queremos pensarlo.  Y nos preguntamos por qué tanta angustia y tanta sensación de vacío permanente.  Esto nos ocurre a todos por igual. Venimos de una cadena de desconexión: nuestras madres y padres han tenido también su autoestima baja en la larga cadena histórica que nos resguarda.

En el caso de nosotras las mujeres los métodos son igual de cruentos.  Nos imponen modelos de bellezas bien artificiales o de muñeca plástica algo difíciles de alcanzar.  Las que pueden alcanzarlo vuelven a quedar en lo vacío, pues es una belleza que no busca otra cosa que agradar o complacer  a lo que impúdicamente le llaman el “sexo opuesto”.  Y nos vuelven a poner de contrincantes, unos contra otros, hombre contra mujeres. Volvemos a seguir obedientemente este mandato externo con un talle correcto, deseoso de perfección (impuesta) y siempre inflexible.  Con esta filosofía nos llega la idea de que si engordamos somos feas,  si somos morenas o bajas queremos ser altas y rubias, si nos cambia el ánimo somos histéricas, si estamos menstruando estamos “indispuestas”, si nuestros pechos no son del gusto masculino no somos deseables. Nos odiamos por cada una de las imperfecciones que creemos acarrear. Descalificamos una vez más nuestro verdadero ser porque nos bombardean con descalificación. Nos sentimos perdidas, extrañas, desoídas y una vez más vacías. La fórmula funciona: nuestra autoestima está para pisotearla.

La maternidad en nosotras merece un párrafo enorme.  En la adolescencia e incluso durante la niñez nos tatúan con que algún día llegará la preñez y este cuco horrendo cortará nuestros sueños, nuestros proyectos personales y será nuestro fin. El fin de nuestra “libertad”.  Y la libertad se va cerniendo en la competencia y en la búsqueda de un éxito para  demostrarle al otro ‘quien soy yo’. Éxito externo. El afán que tenemos por demostrarle al mundo –una vez más al mundo externo- que pensamos igual que nuestro sexo “opuesto” nos hace una vez más complacer a otros.  Entramos al mercado laboral, donde somos iguales a nuestros contrincantes.  Hacemos leyes que van en contra de nuestra naturaleza femenina y nuestra soberbia nos dice que está bien que nos midan con esa misma vara, total somos iguales.  Seguimos con el temor al monstruo materno que puede hacernos perder nuestro trabajo, nuestra figura, nuestra comodidad con la que creemos ser muy felices.  Hemos conquistado aquél mundo externo, quizás con nuestra belleza y ahora  con nuestro intelecto.  En la demostración se nos olvida una vez más que estamos complaciendo a lo externo, a lo que se dice y a lo que hay que hacer para ser exitosa.  Y queremos creer que ese éxito que está allá afuera es lo que nos hará felices interna y eternamente. Volvemos a odiarnos si no alcanzamos el éxito, y si lo alcanzamos nos odiamos por que no podemos llegar más arriba aún.

Sin embargo,  el gran cuco se nos aparece y se hace el milagro de la vida.   Y tenemos la certeza de que el ser que está dentro nuestro existe y tomamos conciencia  de que también existimos. Reconocemos nuestros bordes y los bordes del pequeño forastero.  Aparece un vestigio de la autoestima que nos han pisoteado. Amamos ese ser pese a todos los espantos que nos inculcaron. Y con el amor a ese ser, nos amamos nosotras mismas. Una autoestima que comienza a sanar, si lo permitimos.  Puede que no queramos y aún así el amor nos rodea por todos los flancos. Luchamos. El mundo externo hará lo suyo: la desconexión con el bebé a toda costa. Nos pondrá tiempos marcados y medidos para estar con él,  guarderías infantiles, cochecitos, mamaderas y la idea que la independencia personal debe ser lo más temprano posible. Desconexión y una vez más nuestra autoestima, aquella que dio su luz cuando nos percatamos de nuestra existencia y la de nuestro hijo,  es buscada para exterminarla.

La certeza de que existimos nos la dan nuestros hijos o nosotras mismas, nuestro cuerpo.  No necesitamos creer en nada más que en nosotras.  Si buscamos ardides y levantamos la vista más allá de los convencionalismos vacíos con los que hemos sido sellados, podemos recuperar nuestra autoestima y nuestro poder.  Y el poder lo retomamos por medio de la reconexión con nosotras y así de inmediato la conexión con nuestros hijos.  Creamos en lo que existe –que somos nosotros y nuestros hijos- y creamos en ellos y en su poder. Creamos en nuestra naturaleza y en nuestro poder.  Qué les parece si rompemos aquel paradigma femenino que nos roe ahora?  Qué les parece si comenzamos a gozar de nuestra vida ahora?

miércoles, 20 de marzo de 2013

Yo escolarizo y me siento rota por dentro

Ilustración de Fernando Cristián Rossia  

Yo escolarizo, como todos.  Envío al colegio a mi hijo muy temprano en la mañana. Lo visto con ropa exactamente igual a las de sus compañeros.  Pongo en su bolso muchos cuadernos y libros, que pesan no tanto por su sabiduría, pero sí por su precio y su volumen.  Es una mochila muy pesada. También envío una colación y su almuerzo. 

Mi niño lleva su entusiasmo y su alegría de niño, sus ganas de jugar y de aprender.  Lleva sus preguntas mágicas y sus respuestas sinceras, honestas y espontáneas.  Lleva su imaginación y las intenciones francas de su amistad a toda costa.  Lleva su personalidad avasallante y la inquietud humana en sus ojos, en sus manos, en sus pies.  Lleva sus zapatos sucios de pelotas. Lleva su sonrisa amplia, ancha y su diente de leche que está por caer.  Lleva el viento en su pelo y los ojos salpicados de sueños.  Lleva sus lápices y sus números hechos al revés.

El segundo día de clases su profesora le arrancó dos hojas de un cuaderno porque no había escrito en la parte de arriba ni con la letra que ella había indicado.  Le ha dicho que se siente innumerables veces, así como que se mantenga callado y mirando y copiando en el cuaderno lo que ella escribe en el pizarrón.  Le ha dicho que pinte dentro de la figura, y jamás afuera. Está prohibido.  Le ha dicho que no puede usar collares, ni el sticker de cara feliz que él se pegó en la frente, luego de que ella misma se lo diera el día anterior.  Le ha dicho que si no hace todo lo que ella dice enviará una comunicación a sus padres  o que irá a la inspección.  Le ha tachado sus números al revés y no ha puesto un gran signo de interrogación sobre la marca en las papas fritas envés de la respuesta políticamente correcta de la ensalada y las frutas en la pregunta de qué es lo que más te gusta comer. 

Sus compañeros no han querido prestarle sus lápices porque sus madres así se los han enseñado. Una abuela le dice a su nieto a la salida del colegio que él no es su amigo si no solo su compañero.  Otros niños se preocupan de la mochila y de su marca. Otros ya hablan de las mejores notas y calificaciones con gestos tan correctos como los de un oficinista.

Yo tengo intenciones sagradas en torno a la educación.  El resto del mundo me habla de la sociabilización y de los inconvenientes de un supuesto aislamiento, y de que es bueno que aprenda lo “que es el mundo”. Somos seres sociables y en casa hay un dulce calor.

Yo escolarizo y me siento rota por dentro.  Yo creo en la sociabilización, pero no veo que la sociabilización de las escuelas actuales sea la verdadera. No creo que competir o demostrar un éxito vacuo sea sociabilizar.  No creo que el hastío de una generación de profesores sin mayores horizontes deba inundar las aulas y a eso llamar sociabilizar. No encuentro en las escuelas el sueño y el ímpetu por aprender, ni el juego mágico que se merece un niño.  Observo el tedio de las mentes que dirigen estos recintos rígidos e inhumanos, y veo en su cara ningún otro destino que llegar a ver el programa de moda en la televisión de hoy por la noche. No encuentro esperanza.  Y ellos con su cara monótona se remiten a enseñar la obediencia, sumisión y represión una y otra vez como una rutina macabra y que no acaba nunca. Sordos.  Sus manos no están llenas de frutas, ni pueden llenar de colores una hoja, ni de letras íntegras los cuadernos. 

Yo escolarizo y yo no estoy rota.  Es otro cuento el que está roto. Tiene una lápida encima, y camina penando un fantasma con una mochila pesada al hombro. La misma que ponemos cada mañana en los hombros de nuestros hijos. De fondo se escucha una retahíla de canciones desoídas, de sueños tachados, de cantos fracturados. Y marchan a la escuela.

Yo tengo intenciones sagradas en torno a la educación y no, no estoy rota. 

martes, 12 de marzo de 2013

Puntos importantes a saber acerca del Parto: Lo que me hubiese gustado saber

Ilustración de Rubén Jiménez "El Rubencio"


En búsqueda de instaurar nuevamente la importancia de un Parto Humanizado en el imaginario de las mujeres…


Yo soy una de las madres que hoy, luego de tener mucha información,  enfrentaría de otro modo el parto.  Todavía sigo encontrando aspectos importantes que es necesario saber antes de parir y que lamentablemente no están al alcance de todas las mujeres.  Yo no los supe en su momento, pero si los hubiese sabido hoy otro gallo cantaría.  De todos modos creo que a pesar de que mis partos fueron medicalizados y con presencia de violencia obstétrica, no fueron necesariamente determinantes en mi forma de sentir la maternidad.  Quizás esa “anormalidad” que ahora considero estuvo presente en mis partos, son las que me llevan con más fuerza hacia la necesidad urgente de mostrar que todas las mujeres tenemos el derecho y el deber de hacernos conscientes de nuestro embarazo, de nuestro parto y de nuestra crianza.  Así como también, es realmente necesaria la difusión y la objeción de conciencia en torno al sistema médico que nos ampara.  Solo mujeres bien informadas y empoderadas podremos cambiar los aspectos que han dejado de servir y van quedando obsoletos por irrespetuosos y por no estar centrados en la búsqueda del bienestar del ser humano, si no más bien en procedimientos maquinales y en intereses económicos.

A continuación les dejo algunos puntos que considero de suma importancia a saber durante el embarazo y antes del parto:

1.- El parto es un proceso natural e involuntario.  El inicio del trabajo de parto o el preludio del parto se desencadena cuando ambos –mamá e hijo- están listos y preparados para vivirlo. Lo más natural y recomendable es que la labor de parto se inicie sola.

2.- La fisiología femenina está totalmente preparada y equipada para vivir el trabajo de parto y el parto de forma natural, sin ningún tipo de intervención médica ni de otras personas.  Todas las mujeres sabemos parir de forma instintiva.

3.- Cuando se inicia la labor de parto, el cerebro femenino inicia la producción y secreción de las hormonas necesarias para apoyar el proceso, especialmente para enfrentar el dolor de las contracciones, y las necesarias para apoyar el apego con el bebé (endorfinas, oxitocina, etc.)

4.- Hoy en día, gracias a los avances médicos y farmacológicos,  se ha podido “controlar” y automatizar la labor de parto.  Pese a que creo que en muchos casos ha podido ayudar a muchas mujeres el hecho de apoyar el proceso de forma artificial, considero que la ética médica en muchos de los casos ha traspasado la barrera del simple apoyo al control exacerbado, en el cual los procesos naturales del cuerpo de la mujer y del bebé han pasado a segundo plano, convirtiendo al parto –un momento mágico en la vida de dos seres- en un mero trámite que terminar, olvidando el proceso humano emocional. 

5.-  Cuando se interviene este proceso de forma artificial, las órdenes que comienza a recibir el cerebro femenino se desvirtúan, y las hormonas que naturalmente apoyan la labor de parto no son secretadas, y por ende el dolor de las contracciones se vuelven más intensas, lo que a su vez conlleva hacia otra intervención artificial (anestesia).

6.-El uso de anestesia durante el parto –desde mi punto de vista- puede ayudar mucho a una mujer, pero también puede desconectarla de su cuerpo y de todas las sensaciones que está viviendo. Durante el parto se viven intensas sensaciones, el dolor es solo una de ellas.  Hoy en día las mujeres tenemos mucho miedo al dolor, y el miedo siempre juega en contra durante la labor de parto, pues normalmente detiene el proceso natural.  Las mujeres hoy en día estamos muy acostumbradas a usar el neocortex para controlar todo lo que nos ocurre, y es este neocortex el que nos previene de algún peligro y queremos controlar lo que nos ocurre en ese momento. Nuestro neocortex interpreta todo lo que no puede controlar como un  “peligro”.  Aquí debemos volver al punto uno: el parto es un proceso involuntario y natural, no podemos controlarlo y está bien que así sea.

7.- Cuando una mujer está confiada, contenida, tranquila, familiarizada durante su labor de parto, puede entregarse al proceso sin pretender controlarlo, de esta manera vive el proceso de forma placentera, y traspasa y va más allá del dolor.

8.- Para que una mujer pueda vivir su labor de parto tranquila, relajada, conectada y con todos sus sentidos es importante que:
- Esté contenida –como mujer y como ser humano- por el equipo que la atiende o la acompaña-
- Se sienta segura, resguardada y en un lugar familiar y no atemorizante (como lo puede ser un quirófano o una camilla de parto)
- Sienta que puede olvidarse de todo, del tiempo, preocupaciones, etc.

9.- El ambiente propicio para estar en labor de parto es:
- En oscuridad
- En silencio
- En intimidad y con personas que le den confianza
- Con libertad para moverse como la mujer lo necesite, y no estar estática en una camilla de forma horizontal.
(Aquí recuerdos de la clínica: la luz o reflector de la sala de parto o quirófano, el personal médico hablando de sus vacaciones mientras te monitorean, pinchan, etc., que cualquiera que pasa por la sala pueda ver tus genitales, confinada en una camilla, etc.)

10.- Cuando hay mucha intervención externa durante el trabajo de parto – esto es: luces, bulla, personal medico preguntando datos, la mujer no puede entrar en el trance que necesita en ese momento, no puede desconectar su neocortex. En este caso su necesidad de estar alerta y la adrenalina que le produce el miedo juegan en contra la dilatación.  Se vuelve una pelota de nieve el miedo, la tensión y la angustia. 

11.- La posición más cómoda para parir para una mujer es la que ella escoja en el mismo momento en que nacerá su hijo, no es necesariamente más cómodo el estar acostada en una camilla (esto es más cómodo para el médico).  En este caso la fuerza de gravedad puede ser de gran ayuda, tomando los resguardos pertinentes para el bebé, claro está.

12.- Cuando el bebé nace debe ser inmediatamente puesto en el pecho de la madre, de donde jamás vuelve a salir.  Cualquier procedimiento médico puede hacerse sobre la madre o más tarde. El cordón umbilical debe ser cortado cuando haya pasado toda la sangre que todavía le manda la placenta, ojalá muchos minutos después del nacimiento.  El bebé NO debe dormir en otra sala ni mucho menos, el bebé no se separa nunca más de su madre.

13.-  La compañía de una doula puede ser de gran ayuda, pues ella es la persona que únicamente se preocupará de la mujer y de su proceso emocional durante el parto.  Este aspecto ayuda a la relajación de la madre y  por ende hace que el proceso se viva de una manera más armónica.

Sin duda se me quedan en el tintero muchos otros puntos, pero al menos comparto la mayoría de los que recuerdo hoy y que me hubiera gustado saber antes de mis partos.  Es necesario entender, eso sí, que cada mujer tiene necesidades y circunstancias distintas, por lo que estos puntos a algunas les puede ayudar y a otras no.  Por eso creo que es importante que cada mujer intente conectarse profundamente con ella mismo y con su bebé, así será más fácil saber que es lo que ambos necesitan.  También recalco que es importante preguntar, preguntar y preguntar todas las dudas al médico y al equipo que te apoyará durante el parto, preguntar hasta lo que pueda parecer más obvio o tonto, porque definitivamente no lo es.  La información adecuada acerca de lo que es la Violencia Obstétrica puede llegar a ser una gran aliada para que tu parto sea lo que tiene que ser: el gran momento de tu vida y la de tu hijo, un recuerdo mágico y de amor que no se borra jamás.


martes, 5 de marzo de 2013

Lactancia “prolongada”, alergias alimentarias y alimentación consciente




Resulta que en estas últimas semanas no me he sentido muy bien de salud.  Deduje que podría ser al gran cambio alimenticio que hice hace ya más o menos 4 meses.  Gabriel es intolerante al trigo, leche, huevos, soya, nueces, maní y mariscos.  Y más allá de mi postura de culto hacia la lactancia, creo que era obvio que yo dejara de comer todos estos alimentos para que Gabriel pudiera alimentarse.  Muchos me miraron con cara de duda: ¿Por qué simplemente no destetas y te dejas de preocupar por cada una de las etiquetas de cada alimento?  No, no iba a destetar tan fácilmente por nada del mundo, ya me pasó con Manuel y su destete recomendado por un médico al año me trajo consecuencias emocionales, psicológicas, mentales algo desastrosas. Mi opción natural fue que yo dejaría de comer todo lo que a Gabriel le hiciera mal, costara lo que me costara.  Entonces, luego de ya varios meses, entre ensayo y error, entre equivocación y comprensión de una alimentación ultra cuidada, pensé  que estaba anémica o algo así. Porque además de no comer esos alimentos puntuales, no me es posible comer todos los alimentos que de una u otra forma están en contacto con estos, por ejemplo el pollo del supermercado, son pollos alimentados casi en su totalidad con alimento a base de soya.  Además de nacer esclavos para engordar, empollar y producir huevos, estos animales jamás han vivido libres o incluso han tocado una planta o han podido caminar libremente por un pedazo de tierra.  Cruento. Y así de cruda ha sido mi apertura de ojos en cuanto a enterarme de la verdadera historia de lo que comemos. Si les contara! 

En fin, ya me explayaré más en esto de la alimentación.  Lo cierto es que decidí ir al médico responsablemente para ver que pasaba con mi salud.  Temí siempre que el veredicto médico sería una vez más el destete, así que busqué el médico más progre según mi intuición, ojalá que utilizara homeopatía en sus tratamientos.  El procedimiento lógico fue la solicitud de muchos exámenes de sangre y otros, la revisión completa, y las preguntas pertinentes.  Le conté obviamente de mi lactancia y de mi dieta.  En este caso, me dijo, se recomienda no destetar, pues si no de qué se alimentaría el niño? Al menos eso me tranquilizó.  De todos modos pensé en el caso de que el niño pudiera tomar leche de vaca,  entonces la recomendación sería ‘es bueno que  ya destete  señora, total ya tiene usted a una vaca para que la reemplace’ o por qué un bebé sin alergias alimenticias no se alimentaría bien con la leche de su madre al igual que mi hijo? Ahí es donde encuentro grandes las inconsistencias de los médicos. 

Me cayó bien el doc de todos modos, pero me vuelve a llamar la atención el tema de que a pesar de tener una visión algo más holística de la medicina aun me preguntara si todavía me sale leche, y de que si Gabriel toma para ‘regalonear’ y ‘mañosear’ solamente por las noches.  Le respondí que no, que no mañoseaba, si no que tomaba a demanda, es decir, cuando a él le da la gana, a cualquier hora del día, ya sea porque tenía hambre, porque quería cariño, o porque quería dormir o porque a él se le ocurría.  De hecho, agregué que consideraba que pese a que he logrado una gran gama de alimentos libre de sus intolerancias, creo que mi leche sigue siendo su alimento básico. 

Los resultados de los exámenes arrojaron que tenía un poco alterado el valor que involucra la tiroides.  Pensé otra vez que me aconsejaría destetar para dar paso al tratamiento alópata correspondiente.  Afortunadamente no era un desequilibrio mayor y pudimos hacer un tratamiento homeopático.  Además disipé la interrogante acerca de si la dieta me afectaba metabólicamente: no hubo rastros de anemias u otros desequilibrios.  Me contenté y alivié.  Sin embargo, no olvido una oración dentro de todas las recomendaciones que me hizo: ‘en mujeres que tienen lactancia prolongada como tu…’  Gabriel tiene 16 meses, y jamás  hemos dicho o hemos pensado ‘ok, vamos a “prolongar” tu lactancia por a o b motivo’.  En nosotros la lactancia se hizo con dificultad al principio (y ahora sé que tenía que ver con su intolerancia que vinimos a descubrir como a los 7 meses) y luego, gracias a los cambios que decidí hacer en mi vida ya sea laborales, alimenticios, personales, la lactancia ha fluido maravillosamente y no considero que la estemos prolongando, si no que solo la estamos dejando ser, no creo que haya alargue ni tiempos complementarios, ni penales, ni ningún otro aspecto que esperemos para terminarla.  A mi me gusta y a él también, y terminaremos cuando él y yo lo decidamos.

Si es por tener “tiempos oficiales” recordemos que la OMS recomienda lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, y luego con alimentos complementarios, hasta por lo menos dos años.  Según estudios antropológicos importantes, el destete de un bebé humano puede producirse entre los 2 y 7 años.  Entonces la lactancia solamente fluye y es, no hay alargues ni nada de eso. La lactancia es el alimento natural de los mamíferos. Para nuestra sociedad y el paradigma que rígidamente nos rige (valga la redundancia) ver un niño de 4 años o más tomando teta de su madre es algo intolerable y hasta obsceno.  Sin embargo, la explotación láctea por muchos años de una madre vaca, a quien le quitamos la leche que ella produce para SU hijo, nos la tomamos hasta que tenemos noventaytantos, nos parece normal y acertado, y para nada “prolongado”.  En que quedamos, la leche de una madre humana no alimenta y es agua, y la de otra especie mamífera y algo distinta a nosotros si alimenta durante toda nuestra vida? 

Pueden pensar ustedes que estoy defendiendo mucho a las vacas, pues si, que las defiendo por la empatía que comienzo a tener por todos los seres que habitan esta tierra, incluyendo los animales, y más aún los mamíferos.  Sin embargo,  mi defensa más férrea va hacia las madres y hacia sus hijos.  Miren ustedes cuanto tiempo nos han querido hacer creer que las madres humanas y su leche no sirve y que es mejor encajar un pedazo de plástico en la boca de las criaturas para que se alimenten con quien sabe que diablos de mezclas y fórmulas, y con eso nos han vendido una supuesta libertad y un supuesto éxito.  La mutilación ha sido grande, como en tantos aspectos de nuestro ser mujer –parto, lactancia, menstruación, menopausia, etc.-  y nos preguntamos por qué nuestra autoestima va por los subterráneos aporreada y desvinculada.  Basta echar una mirada nada más: las enfermedades alimenticias que nos aquejan tienen muchos padecimientos emocionales causados por la desvinculación de nuestros propios afectos y de una baja autoestima: anorexia, bulimia, obesidad, etc.

Insisto, la lactancia es la alimentación natural de los mamíferos.  La leche es el alimento básico para las crías mamíferas y posee todos los elementos necesarios para la supervivencia de las mismas.   La lactancia además es un potente alimento emocional y psicológico para ambos: madre y cría.  A nosotras las humanas se nos ha sido arrebatada la lactancia en pos de la producción económica, así como a otras especies.  Es hora ya de reivindicarla, por que con ello nos alimentamos nosotras, alimentamos con nuestros pechos a nuestros bebés y alimentamos una sociedad tan carente de cariño y de alimentación buena y de verdad.  La lactancia no se prolonga, y si fuera así, cual es el problema de prolongar el amor y una alimentación consciente hacia nuestros hijos. Nadie reclama porque se “acorta” la lactancia.  Nuestra alimentación como especie humana no va por buen camino, es un hecho.  Que tal si empezamos a reconocer y a valorar nuestro primer y más genuino alimento natural?