miércoles, 17 de abril de 2013

El cerebro de Mamá (Parte II – Mecanismo del Amor Maternal)



El sentimiento de que un manantial infinito de amor comienza a emanar desde el corazón cuando vemos por primera vez los ojos de nuestro hijo, sentimos sus gemidos, sentimos su olor y acariciamos su manitos, es un sentimiento que nos une a todas las madres independiente de todas las diferencias que podamos tener unas de otras y de las circunstancias que nos acompañen.  Es por ello que este momento tan íntimo y tan importante–cuando nace nuestro hijo y cuando volvemos a nacer nosotras- debe ser lo menos intervenido y lo menos estresante o mecánico, al contrario de lo que se vive hoy en los hospitales y clínicas. Es por ello que se lucha tan majaderamente –que los majaderos son otros- porque nadie intervenga un parto y que este sea lo más natural posible.  El momento del nacimiento y las horas que le siguen es uno de los momentos más delicados y críticos en la vida de un ser humano, y lo más hermoso es poder sentirlo y vivirlo en la más plena intimidad y con todas las funciones del cerebro actuando de forma natural, sin anestesias, sin inductores, solo con el más puro amor de mamá que emana del corazón, y si queremos, de nuestro cerebro.

A continuación les dejo algunas de las descripciones acerca del mecanismo cerebral del amor maternal  que  la  neuropsiquiatra Louann Brizendine nos entrega el libro el “Cerebro Femenino”.

A diferencia de las ovejas, la mayoría de las hembras humanas tardan más de cinco minutos en vincularse con sus bebés, pero ese lapso no es tan breve en los humanos.  Es una buena noticia para mujeres que, como yo, no han tenido experiencias de partos ideales y han sufrido anestesia, cesárea y trabajos de partos prolongados hasta dar a luz. En el momento en que nació mi hijo –después de treinta y seis horas de contracciones, anestesia epidural y morfina- estaba bastante aturdida y tenía escasa curiosidad por conocer al pequeño.  No viví la oleada de arrebatado amor maternal que esperaba sentir inmediatamente por mi bebé, en parte porque la anestesia y la morfina cambian los efectos de la oxitocina. No me sentí alerta ni protectora hasta haber salido de mi estado de sopor, y entonces me enamoré y vi que dependía sin remedio de mi nuevo hijo con toda mi sensibilidad y todo mi circuito maternal disparado.

“Estoy enamorada” es la expresión que emplean muchas madres para explicar lo que sienten por sus niños.  No es sorprendente si se escanea el cerebro porque el amor maternal se parece mucho al amor romántico.  Ha habido investigadores que han conectado a madres de recién nacidos con equipos de monitoreo cerebral, les mostraron fotografías de sus niños y luego otras de sus parejas románticas.  Los escáneres revelaron que en respuesta a ambas fotos, se iluminaban las mismas regiones del cerebro activadas por la oxitocina.  Ahora ya sé por qué sentía tanta pasión por mi hijo y por qué algunas veces mi esposo se ponía celoso.  En ambos tipos de amor hay aportes de dopamina y oxitocina en el cerebro que crean el vínculo, desconectando el pensamiento juicioso y las emociones negativas, y enchufando circuitos de placer que producen sentimientos de júbilo y apego.  Científicos del Universtiy College de Londres encontraron que las partes del cerebro habitualmente disponibles para formular juicios negativos y críticos de otros – por ejemplo el córtex anterior cingulado- se desconectan cuando uno mira a una persona amada.  La respuesta tierna y nutricia de los circuitos de oxitocina se refuerza mediante el sentimiento de placer creado por aflujos de dopamina, la sustancia química propia del placer y la recompensa.  La dopamina se incrementa en el cerebro maternal por el estrógeno y la oxitocina.  Es el mismo circuito de recompensa disparado en un cerebro femenino por la comunicación íntima y el orgasmo.

Enamorarme sin remedio de mi bebé se convirtió para mí en un estado permanente del espíritu, reforzado cada día.  Esto no significa que no me afectaran las pruebas y tribulaciones de cuidar al nuevo bebé, tales como haber pasado un día entero sin tiempo para darme una ducha o no haber podido dormir la noche anterior (las madres novatas pierden un promedio de setecientas horas de sueño el primer año tras el parto) (…) Es buena cosa que, en la mayoría de los casos, el botón del placer maternal sea accionado una y otra vez, y los lazos se estrechen más cuanto más cerca se está físicamente del bebé.*

(*) El Cerebro Femenino
Louann Brizendine
Pág. 126- 127







martes, 9 de abril de 2013

El funcionamiento del cerebro maternal (Parte I)






Últimamente he estado leyendo el libro el “Cerebro Femenino” de Louann Brizendine, una neuropsiquiatra que analiza y explica los últimos avances en neurología en torno al funcionamiento del cerebro humano, sobre todo a las diferencias garrafales que hay entre el cerebro femenino y masculino, dejando por sentado de forma científica, lo que nosotras ya sabemos por añadidura: que las mujeres somos bien distintas de los hombres.
Al respecto esta vez me gustaría compartir con ustedes algunos alcances que hace esta prestigiosa doctora con respecto al cerebro femenino y a su comportamiento materno y durante la lactancia.

(…) A medida que la cabeza del bebé pasa a través del canal del parto, se disparan las aportaciones de oxitocina en el cerebro de la madre, activando nuevos receptores y creando cientos de nuevas conexiones entre las neuronas.  El resultado en el parto puede ser la euforia inducida por la oxitocina y la dopamina, así como los sentidos hondamente incrementados del oído, tacto, vista y olfato.

(…) Para la madre humana, los adorables olores de la cabeza , la piel, el culito de su recién nacido, hacen brotar la leche del pecho; otros fluidos corporales que la han bañado durante los primeros pocos días quedarán químicamente implantados en su cerebro y podrá distinguir el olor de su bebé entre todos los demás con un 90% de precisión.  Ese proceso rige también para los llantos de su hijo y sus movimientos corporales. El tacto de la piel del bebé, el aspecto de los deditos de manos y pies, los breves llantos y gritos entrecortados quedan ya tatuados en el cerebro de la madre.  En el plazo de horas o días, puede embargarla un abrumador afán de protección y se establece en ella la agresividad maternal.  Su fuerza y resolución de cuidar a ese pequeño ser y de protegerlo se apoderan por completo de los circuitos cerebrales maternos.  La madre siente que podría para la marcha de un camión con su propio cuerpo para proteger a su bebé.   El cerebro se le ha modificado y junto con él la realidad.  Tal es quizás el cambio de la realidad más importante que ocurre en la vida de una mujer. 

(…) Las madres con su instinto agresivo y protector intensamente exacerbado, se vuelven en extremo celosas en todos los aspectos de manejo de su casa, especialmente en lo tocante a la seguridad infantil (…) Igual que un sistema global de actitud humana, los centros cerebrales de una madre para la vista, el sonido y el movimiento están orientados a monitorizar y seguir a su bebé.  Esta vigilancia incrementada puede adquirir todas las formas posibles, dependiendo de la amenaza que una madre perciba contra la seguridad y estabilidad de su “nido”.  Incluso es algo normal el replanteamiento de las obligaciones del marido como proveedor. 

Los circuitos cerebrales maternos cambian también en otros aspectos. Las madres pueden tener mejor memoria espacial que las que no han tenido hijos y pueden ser más flexibles, adaptables y valerosas.  (…) Estos cambios duran toda la vida, según han visto los investigadores. (…) Semejante transformación es válida incluso para las madres adoptivas.  En tanto permanezcas en contacto físico continuado con el niño, tu cerebro emitirá oxitocina y formará los circuitos necesarios para hacer y mantener el cerebro maternal. (*)

(*) El Cerebro Femenino
Louann Brizendine
Pág. 122- 125