El
sentimiento de que un manantial infinito de amor comienza a emanar desde el
corazón cuando vemos por primera vez los ojos de nuestro hijo, sentimos sus gemidos,
sentimos su olor y acariciamos su manitos, es un sentimiento que nos une a
todas las madres independiente de todas las diferencias que podamos tener unas
de otras y de las circunstancias que nos acompañen. Es por ello que este momento tan íntimo y tan
importante–cuando nace nuestro hijo y cuando volvemos a nacer nosotras- debe
ser lo menos intervenido y lo menos estresante o mecánico, al contrario de lo
que se vive hoy en los hospitales y clínicas. Es por ello que se lucha tan
majaderamente –que los majaderos son otros- porque nadie intervenga un parto y
que este sea lo más natural posible. El
momento del nacimiento y las horas que le siguen es uno de los momentos más
delicados y críticos en la vida de un ser humano, y lo más hermoso es poder
sentirlo y vivirlo en la más plena intimidad y con todas las funciones del
cerebro actuando de forma natural, sin anestesias, sin inductores, solo con el
más puro amor de mamá que emana del corazón, y si queremos, de nuestro cerebro.
A
continuación les dejo algunas de las descripciones acerca del mecanismo cerebral
del amor maternal que la neuropsiquiatra
Louann Brizendine nos entrega el libro el “Cerebro Femenino”.
A diferencia de las ovejas, la mayoría
de las hembras humanas tardan más de cinco minutos en vincularse con sus bebés,
pero ese lapso no es tan breve en los humanos.
Es una buena noticia para mujeres que, como yo, no han tenido
experiencias de partos ideales y han sufrido anestesia, cesárea y trabajos de
partos prolongados hasta dar a luz. En el momento en que nació mi hijo –después
de treinta y seis horas de contracciones, anestesia epidural y morfina- estaba
bastante aturdida y tenía escasa curiosidad por conocer al pequeño. No viví la oleada de arrebatado amor maternal
que esperaba sentir inmediatamente por mi bebé, en parte porque la anestesia y la morfina cambian los
efectos de la oxitocina. No me sentí alerta ni protectora hasta haber
salido de mi estado de sopor, y entonces me enamoré y vi que dependía sin
remedio de mi nuevo hijo con toda mi sensibilidad y todo mi circuito maternal
disparado.
“Estoy enamorada” es la expresión que
emplean muchas madres para explicar lo que sienten por sus niños. No es sorprendente si se escanea el cerebro
porque el amor maternal se parece mucho al amor romántico. Ha habido investigadores que han conectado a
madres de recién nacidos con equipos de monitoreo cerebral, les mostraron
fotografías de sus niños y luego otras de sus parejas románticas. Los escáneres revelaron que en respuesta a
ambas fotos, se iluminaban las mismas regiones del cerebro activadas por la oxitocina. Ahora ya sé por qué sentía tanta pasión por
mi hijo y por qué algunas veces mi esposo se ponía celoso. En ambos tipos de amor hay aportes de
dopamina y oxitocina en el cerebro que crean el vínculo, desconectando el
pensamiento juicioso y las emociones negativas, y enchufando circuitos de
placer que producen sentimientos de júbilo y apego. Científicos del Universtiy College de Londres
encontraron que las partes del cerebro habitualmente disponibles para formular
juicios negativos y críticos de otros – por ejemplo el córtex anterior
cingulado- se desconectan cuando uno mira a una persona amada. La respuesta tierna y nutricia de los
circuitos de oxitocina se refuerza mediante el sentimiento de placer creado por
aflujos de dopamina, la sustancia química propia del placer y la
recompensa. La dopamina se incrementa en
el cerebro maternal por el estrógeno y la oxitocina. Es el mismo circuito de recompensa disparado
en un cerebro femenino por la comunicación íntima y el orgasmo.
Enamorarme sin remedio de mi bebé se
convirtió para mí en un estado permanente del espíritu, reforzado cada
día. Esto no significa que no me
afectaran las pruebas y tribulaciones de cuidar al nuevo bebé, tales como haber
pasado un día entero sin tiempo para darme una ducha o no haber podido dormir
la noche anterior (las madres novatas pierden un promedio de setecientas horas
de sueño el primer año tras el parto) (…) Es buena cosa que, en la mayoría de
los casos, el botón del placer maternal sea accionado una y otra vez, y los
lazos se estrechen más cuanto más cerca se está físicamente del bebé.*
(*) El Cerebro Femenino
Louann
Brizendine
Pág.
126- 127