viernes, 31 de mayo de 2013

El cerebro de Mamá durante la Lactancia (Parte III)



Ya lo he dicho en otras ocasiones: la lactancia para mí es un momento mágico, un mecanismo alquímico de conexión con nuestros hijos y con una misma, un acto sanador y placentero.  No me canso de decirlo ni de pregonarlo.  En este mundo tan atribulado, tan bullicioso, tan triste y tan inflexible, el momento que amamantas a tu hijo se vuelve un acto revolucionario al conseguir la quietud, el silencio,  la neutralidad y la contemplación.  Con estos simples aspectos puedes centrarte en tu vida y reconectarte con tu ser esencial y por supuesto consigues la calma y tu hijo accede a todas las sensaciones más placenteras que puede sentir un ser humano. 

Es por todos los motivos que arriba he nombrado que quiero seguir compartiendo fragmentos del libro de la neuropsiquiatra Louann Brizendine y su libro “El Cerebro Femenino”, en los cuales habla acerca de los mecanismos que tiene nuestro cerebro a la hora de amamantar, los cuales es necesario tener en cuenta cuando se presentan algunos obstáculos en la lactancia y seguir la lucha. 

“ Los crecientes vínculos incluyen los efectos de criar al niño dándole el pecho.  La mayoría de las mujeres que amamantan a sus bebés reciben un beneficio extra: el estímulo regular de algunos de los más agradables aspectos del cerebro materno.  En cierto estudio se dio a ratas madres la oportunidad de apretar una barra y obtener una pizca de cocaína o apretar otra barra y que un cachorro de rata viniera a chupar sus pezones.  ¿Cuál creéis que preferían? Los chorros de oxitocina en el cerebro superaron siempre la toma de cocaína.  Puedes imaginar en qué medida dar de mamar refuerza la conducta maternal; tenía que ser útil para garantizar la supervivencia de nuestra especie.  Cuando un bebé coge el seno de la madre con sus manecitas y chupa el pezón, desencadena flujos explosivos de oxitocina, dopamina y prolactina en el cerebro de la madre.  Empieza a fluir la leche del seno.  Al principio, todos aquellos tirones en tus pezones secos y sangrantes te pueden hacer pensar que será imposible superar otro día de tortura por culpa de la lactancia.  Sin embargo, después de unas cuantas semanas –si no te has sentido arrastrada al harakiri- tendrás la capacidad de sosegar a tu bebé chillón y calmarte tú misma gracias a la lactancia.  En el plazo de tres o cuatro semanas, la experiencia empieza a ser totalmente placentera; y no sólo porque el dolor haya cesado.  Empiezas a esperar la hora de dar el pecho, a menos que estés tan corta de sueño que pases el día  medio dormida.  Pero en cierto momento de los pocos meses iniciales , podrás darte cuenta de que dar el pecho se ha vuelto fácil y de que lo disfrutas de verdad.  Te baja la presión sanguínea , te sientes tranquila, relajada y te meces en olas de sentimientos de amor por tu bebé inspiradas por la oxitocina.”
(…)

“Muchas madres sufren síntomas de "abstinencia" cuando están físicamente separadas de sus bebés y sienten miedo, ansiedad, incluso oleadas de pánico.  Ahora se reconoce que se trata de un estado neuroquímico más que psicológico.  El cerebro maternal, según se ve, es un instrumento sútilmente afinado y la separación, especialmente respecto de un bebé lactante puede trastornar el talante de una madre quizás por el declive en los niveles cerebrales de oxitocina que regulan el estrés."
(...)

"Las madres lactantes experimentan también síntomas de abstinencia cuando destetan a sus bebés.  Dado que el destete sucede a menudo coincidiendo con el retorno a un trabajo estresante, las madres pueden precipitarse en un estado de agitación y angustia.  ¿Puedes imaginarte cómo deben de sentirse la mayoría de las madres que dan el pecho al final de ocho horas o más de trabajo? En casa, los aflujos de oxitocina inundaban sus cerebros cada pocas horas por efecto de la lactancia de sus bebés.  En el trabajo, el suministro de oxitocina se interrumpe, puesto que la oxitocina dura sólo de una a tres horas en la circulación sanguínea y el cerebro.  Puedo recordar el vivo deseo que sentía la mayoría de los días a las tres de la tarde de marcharme a casa y reunirme con mi bebé.  Muchas madres resuelven que pueden suavizar estos síntomas extrayendo cada vez que pueden la leche de sus senos en el trabajo.  Así pueden reducir poco a poco el hábito de dar el pecho, aunque sigan haciéndolo por las noches y los fines de semana, para mantener la producción.  Esto les permite obtener todavía aportes agradables de oxitocina y dopamina, además de seguir en contacto con sus bebés.” 

(*) El Cerebro Femenino
Louann Brizendine
Pág. 127- 130

Aquí puedes ver la Parte I  y aquí la Parte II


miércoles, 15 de mayo de 2013

Maternidad y sistema laboral: La decisión de dejar de trabajar



 
Foto Patricio Martínez Puebla
La decisión de dejar de trabajar la tomé el mismo día que nació Manuel.  De eso pasaron 6 años para que yo pudiera concretarla, pues en mi caso, no era una decisión muy fácil de tomar por diversos factores.  Además del tema dinero, en mi mente estaban muy ancladas las ideas del trabajo prestigioso y el desarrollo profesional, aspectos que sin duda me ataban a un sistema de vida que yo creía que era el que tenía que ser y al que uno mejor podía aspirar como persona y como mujer.  La maternidad me traía un mundo que jamás yo había planificado dentro de mi inventario de vida.

Fue una lucha ardua entre mis concepciones, condicionamientos y estructuras mentales versus esta nueva estancia que me entregaba la maternidad.  No entendía bien qué era lo que pasaba y me resistía por un lado, y creía que toda esa plenitud que sentí durante el embarazo y luego al mirar los ojos de Manuel no era el plan que yo tenía. Nunca tuve tan altas expectativas de plenitud, ahora lo sé.  Trataba de acomodarme una y otra vez al molde que se me había dictado –que ahora se que se me había dictado-.  Y así, nunca pude resignarme rotundamente a dejar a Manuel con su abuela o a dejarlo en el jardín sin que yo no sintiera que algo mío se desarmaba cada mañana al tomar el metro.  Era como un pequeño suicidio el querer ahogar esas ganas incontrolables de querer estar todo el tiempo con él y no en una oficina que no me aportaba mayor vida, excepto un sueldo.  Saber qué aprendía Manuel, qué era lo que miraba, qué y cómo comía y cómo dormía se volvió todo el horizonte de mi vida. Tomarlo de la mano y salir a caminar a cualquier hora, buscar una hoja o una flor eran los únicos momentos que mi corazón quería vivir.  Para esos momentos yo ya sabía que dejaría de trabajar algún día y podría hacer todo eso o lo que quisiera siempre con él, a su lado, piel con piel.  Mi vida se redujo a querer tan solo entregarle todo el tiempo libre así de entero, completo y desnuda.

Hoy me duelen los días de oficina y primeros meses de Manuel, porque fueron días duros.  Una semana en mi vida ya no significa mucho tiempo, pero una semana en la vida de un bebé de 7 meses o de 28 semanas, es un tiempo importante.  Tuve que enfrentar mis ideas preconcebidas, mis condicionamientos versus lo dictaba mi naturaleza interna, mi corazón.  El enfrentarme a mí misma, entender que el mundo no es lo que te dictan desde pequeña y “desobedecer” implicaron en mí la ruptura de muchas estructuras internas.  Darme cuenta en carne y hueso que a lo único que una le debe obediencia es a su voz interior, implicó hacerme cargo de mi misma, de mis dolores, de mis carencias, de mis miedos.  Implicó la necesidad rotunda de buscar mis virtudes, anhelos y bellezas, todas empañadas por una autoestima baja, que te dice que hay que encajar y que para ello debes extirpar lo que no está “bien” en tu interior. Implicó planteamientos de mi relación conmigo misma, y de ahí con el resto de personas que rodeaban mi vida, y en especial implicó plantearme claramente qué era lo que quería yo de mi vida.  Entender y aceptar que lo único que me hacía feliz en ese momento era estar con Manuel fue una gran travesía. 

Muchas veces pensé que el sistema laboral me daría la plenitud, y obstinadamente la busqué ahí.  Mi flor de siete colores estaba dentro, mi deseo la trajo y durante nueve meses creció y se formó dentro mío.  Vi aquella flor y fue el punto donde la ruptura de mi misma comenzó.  A veces una piensa que una es la que está mal parada en este mundo, y no, el mundo con sus armazones rígidos muchas veces no permiten que la parte más humana de uno se desarrolle. 

Hoy son aproximadamente 9 meses ya desde que dejé de trabajar.  Y vale aclarar que dejé de trabajar en una oficina, porque en casa el trabajo es igual de arduo.  Sin embargo el estrés por cumplir con una meta, con un trabajo escrito o un horario impuesto no ha vuelto a mi vida.  Las largas caminatas que a veces decidimos tomar con Manuel y Gabriel me llenan totalmente el alma.  Buscamos hojas y plantas entre medio de los jardines de las otras casas, olemos plantitas medicinales que los vecinos no saben que tienen, saludamos a los perros y a los gatos que hoy son nuestros amigos y a Manuel le encanta un girasol que está a tres cuadras de casa.  Me dice: ‘mamá, me encanta caminar contigo y este camino’ .  Eso es plenitud para mí.    

Mi decisión de dejar de trabajar fue un acto consciente, ampliamente reflexionado y meditado.  Fue una decisión en la que influyeron varias condiciones, entre ellas mi deseo materno y la sensación de haber llegado a un tope en mi vida profesional. Fue una decisión valiente, pues mi sueldo era importante en la economía del hogar. Pude tener el apoyo y la contención para dar ese salto libre. Se muy bien que habrá mujeres que no sientan o no puedan sentir lo mismo, o que se vean en la necesidad urgente de trabajar.  Son opciones y situaciones tan verdaderas y válidas también. Deberíamos tener la libertad completa para elegir, sin miedo, apoyadas y sin prejuicios de por medio. Sería bueno poder contar con un sistema laboral más amigable, en donde quepan la libertad de decidir y la apertura a entender y considerar a ellos que recién vienen llegando a este mundo.  Un sistema en el que la mujer y la maternidad sean respetados como procesos naturales en el ser humano, -procesos que tienen un tiempo y un ritmo importante-   en el que la integridad y los deseos de los recién nacidos también sean respetados y escuchados.  La inclusión femenina en el mundo laboral y su desarrollo en el mismo son aspectos importante para la vida de la mujer y de la sociedad, pero solo en la medida en que ella no se sienta esclava del mismo y sienta la obligación de desoír su naturaleza, sus tiempos y sus procesos internos. La maternidad no es lo que está mal en este mundo como nos hacen creer, es el sistema laboral el que no permite que se desarrolle la maternidad en plenitud, sin romperla y sin romper la vida de los niños.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Desde que naciste soy mejor amante


Creo que desde hace siete años comprendí lo verdaderamente era amar. Hace siete años yo estaba a punto de parir.  Manuel es mi primer hijo y yo presenciaba como la vida me iba cambiando y como estaba a punto de comenzar a vivir una de las mejores etapas de mi existencia. Hace siete años mi vida estaba por cambiar de una forma tan radical, que hoy, siete años más tarde hago un balance y siento que soy otra que siente de una forma más intensa y más profunda la vida.  Manuel llegó a mi vida y rompió todo lo que había en ella, incluida yo misma.  Hoy no puedo estar más agradecida por ello, porque mi hijo con su generosidad y sabiduría vino y me obligó a construir una nueva vida para mí y por supuesto para él.  La hemos construido juntos, peldaño a peldaño he ido limpiando y con entusiasmo he ido llenando los espacios con mucha dicha.  Que no es fácil hacer limpiezas profundas, pero valen la pena porque mis niños –y todos los niños- se lo merecen.

Hoy sigo aprendiendo junto a él. Sigo aprendiendo a amar de mil maneras: a mis hijos, a su padre y a mi misma. Cada día siento el amor de mil formas. Asimismo, hoy puedo asombrarme junto a él una vez más cuando observo un amanecer por la ventana y contemplar la belleza del cielo entre medio de los edificios y el smog. Hoy puedo volver a sentir la alquimia de juntar las letras y descubrir el placer que involucra leer y escribir por primera vez.   Cada día vuelvo a sentir la plenitud que se siente cuando el viento te abrazo mientras te balanceas en un columpio ¡es lo máximo!  Siento de nuevo la intensidad del valor de la amistad cuando escucho los relatos de juegos de Manuel.  Vuelvo a vivir lo que es descubrir un pájaro cantando en la ventana o la pena que nos causa que hayan cortado un girasol en una casa vecina o la rabia que produce cuando se rompe la rueda de un auto de juguete. Recorro nuevamente mi niñez con mis ojos, a través de los dulces ojos de Manuel.

No puedo estar más agradecida de ti hijo mío! Y es mi trabajo diario que tu comprendas que la vida es para vivirla llena de plenitud, alegría y dicha, comprendiendo que siempre cada cosa que vivimos es un proceso único e irrepetible y que por ello siempre hay que vivirlo con intensidad y gratitud.  Vivirlo sintiendo cada emoción ya sea de enfado, de nervios, de miedo o de felicidad, de algarabía, de entusiasmo, todas son emociones válidas y es tu derecho vivirlas con intensidad, nadie tiene que reprimirlas.  Porque lo que nos trae la vida siempre es una instancia de aprendizaje para poder seguir creciendo y expandiéndose en este mundo.  

Manu,  quiero transmitirte que vivas tu vida contigo siempre en el centro, dejando de lado las exigencias y demandas del mundo afuera: tu eres tu centro y jamás debes ceder el control de tu vida a los demás, ni intentar agradar o complacer a nadie, ni obedecer cosas que no sientas y que te hagan dejar de lado tus propios deseos.  La perfección y la excelencia no son cualidades que debamos alcanzar aunque hoy en día el mundo allá afuera así lo mande.  Eso es tan solo una trampa que te quita las alas y que coarta tu creatividad. Manu, quiero que sigas jugando, brincando y saltando por mucho tiempo, porque el juego y la curiosidad son las verdaderas cualidades para ser feliz y libre. Eso es lo que quiero para ti Manu, que la felicidad y tu libertad siempre inunden tu vida.   Te agradezco cada día el que yo haya descubierto en mi esta capacidad intensa de poder sentir la vida y el amor, te agradezco que me mires cada día con esa mirada cristalina, profunda y llena de vida, esa vida que escogiste compartirla amorosamente conmigo. Te quiero mucho.


 Desde que naciste soy mejor amante 
Como si hubieras destapado mis conductos 
Me han crecido los senos, el vientre y las caderas 
Mi cuerpo expandido encontró su motivo 

Tú circulaste por mí, hiciste un camino divino 
Abriste un túnel, destapaste mi destino 

Tú me has dado el soplo de la creación 
Eres energía, luz del sol 
Tú me has deletreado la palabra amor 

a m o r c i t o 

a m o r c i t o 

Desde que naciste me siento flamante 
Como si me hubieras prendido 
Mi cuerpo desinhibido de vanidad eximido 
Mi cuerpo valiente parió a su pariente 

Tú circulaste por mí, hiciste un camino divino 
Abriste un túnel, destapaste mi destino 

Tú me has dado el soplo de la creación 
Eres energía, luz del sol 
Tú me has deletreado la palabra amor 
Andrea Echeverri