jueves, 29 de agosto de 2013

Beneficio de Salas Cuna: ¡Las mamás queremos estar con nuestros bebés!




Es así de sencillo: las mamás queremos cuidar nosotras mismas a nuestros bebés, ¿hay algo de raro en ello? Y lo más importante de anotar:  no creo que exista ningún bebé sobre la faz de la tierra que no quiera y necesite primordialmente estar con su madre.  Qué es lo raro en esta escena? La escena rara para mí es un bebé en una guardería.

Hace algunos días han anunciado con bombos y platillos en Chile que se amplía el beneficio laboral que existe en relación al derecho de Salas Cuna.  Este beneficio (si así puede llamarse) se remite a que cada empresa que tenga más de 20 trabajadoras mujeres, debe proveer de salas cuna para que ellas puedan dejar a sus hijos mientras trabajan.  La gran noticia que nos dan hoy es que ahora todas las empresas, ahora incluso las que tienen menos de 20 trabajadoras, deberán proveer salas cunas para sus trabajadoras.  La mejor parte es que el dinero para costear este beneficio provendrá del seguro de cesantía que cada trabajador y empresa debe costear, es decir se verá reducido este ítem, por lo que en caso de cesantía el fondo tendrá menos dinero.  Eso contado de manera simple.

Según explicaron las autoridades la iniciativa tiene como objetivo aumentar la fuerza laboral femenina y equilibrar la igualdad de género en el mercado laboral. Bravo.  Todas las medidas que se toman a nivel laboral siempre están orientadas al bienestar de los seres humanos, claro en este caso existe una salvedad, no se pensó en absoluto el bienestar de los bebés, ni tampoco en la salud mental de las madres, si no que en engrosar la fuerza laboral femenina y como si fuera poco equilibrar la igualdad de género en el mercado laboral. Bravo. Estos últimos beneficios son de lo más importante, tanto que su importancia sobrepasa a la importancia de la salud primaria de seres humanos. 

Cada día salen a la luz más y más evidencias de la necesidad primordial del contacto piel a piel en nosotros los seres humanos, sobre todo en nuestros primeros años de vida.  Los canguros llevan en su bolsa a su cría hasta que su gestación exterior o exterogestación está completa y es capaz de alejarse de su madre por su cuenta. Nosotros somos parecidos a los canguros:  los bebés humanos nacen también inmaduros. Es más,  los bebés humanos siguen siendo en realidad más desvalidos que las crías de cualquier otra especie, su cerebro sigue su maduración durante mucho tiempo después de su nacimiento.  Y en este proceso es de fundamental importancia la madre.   Aunque el nacimiento puede ser visto como una separación de la madre y el bebé, los bebés necesitan primordialmente  estar en contacto constante con el cuerpo de sus madres después del nacimiento y durante sus primeros años de vida. Este período de gestación exterior tiene que ser respetado ya que no es sólo una cuestión sentimental, sino una cuestión con un impacto profundo en el desarrollo físico, emocional y psicológico del niño. Y por supuesto también de la madre quien por naturaleza tiene todo su cerebro y su ser orientado a cuidar a su cría, difícilmente puede hacerse cargo de otros trabajos.

En Chile hemos obtenido bastante con la ampliación del permiso postnatal de las 12 semanas que teníamos hasta hace 2 años, a las 24 semanas que tenemos en la actualidad.  En comparación con muchos países estamos viviendo un postnatal de lujo.  Pero esto no es precisamente un lujo.  La salud y los procesos de los bebés y de las mujeres no tienen fecha límite de 24 semanas, es decir no es que el proceso del embarazo y el nacimiento de un hijo se acaba de un día para el otro, lo insertas a él en lo que nuestra cultura considera que es lo normal y te insertas tu en tu vida normal y ya está.  No señores, los humanos somos de procesos complejos.  Las guarderías no son lugares para el óptimo cuidado de un bebé, ni por más buena voluntad de la funcionaria que cuida a 5 o más bebés.  Las guarderías son solo lugares funcionales que permiten que los padres puedan seguir trabajando, son lugares para que el “importante” mercado laboral no pierda sus trabajadoras y su producción.  Son lugares para que nadie pierda ni su trabajo ni su producción,  pero no son lugares para los niños porque ellos son los únicos que pierden.

Las guarderías, como muchas de los aspectos de nuestra sociedad, parecen ser maravillosos lugares, pero tan solo son lugares fríos donde no hay abrazos ni calor humano honesto de verdad.  Las madres queremos que sea así para poder seguir adelante. Todo nuestro entorno se empeña en decir que claro es el mejor lugar para que el niño se haga independiente y sociabilice, incluso a meses de su vida. Pero no, todas las madres sabemos que esto no es así, sabemos de sobra lo que queremos y lo que quieren nuestros hijos.  Es duro pero es cierto. 

Y no es que esté en contra de que la mujer trabaje, ni tampoco que no tenga conciencia de que hay muchísimas mujeres que no tienen otra opción que dejar a sus niños y salir a trabajar.  Lo sé y lo he sentido en carne propia.  A lo que quiero aludir en este escrito no es a la mujer que trabaja y que tiene ya suficiente culpa y dolor por hacerlo y no poder hacer caso a su instinto y su ser.  Lo que quiero es por lo menos que tomemos conciencia es que no es que nosotras estemos falladas por tener la maternidad en nuestra esencia, o porque nos quedamos embarazadas o porque queremos con todo nuestro corazón estar con nuestras crías. No, no somos nosotras, es el famoso mercado laboral el que no se adecúa a las necesidades primordiales y humanas.  Es este sistema el que tiene la falla de no ser flexible, de ser estático y estricto y de solo pensar en su único beneficio y de encima aprovecharse de la necesidad y de las pocas opciones de muchas mujeres. ¿Por qué en vez de gastar tanto dinero en hacer políticas, en reacomodar leyes, adecuar grandes recintos como las guarderías, no utilizan ese dinero en poder conciliar verdaderamente las necesidades de mujeres e hijos privilegiando por sobre todo la necesidad de que este binomio se mantenga unido? ¿Por qué no ajustar el sistema laboral de tal manera que se pueda conciliar la unión mamá-hijo y trabajo,  dando la oportunidad a las madres de trabajar desde casa o de tener jornadas cortas por poner algunos ejemplos? Eso sí que sería equilibrar la fuerza laboral femenina y alcanzar la igualdad de género en el mercado laboral, no construyendo más guarderías. 

El ministro de trabajo de Chile afirma: Este es un beneficio que viene a corregir una serie de distorsiones del mercado laboral, que impiden la participación laboral femenina y que, además, viene a emparejar la cancha para que todos los niños en esa edad tan importante, entre los 0 y los 3 años, tengan el cuidado que necesitan”, y vuelvo a sentir que por el solo hecho de ser mujer y madre soy una “distorsión del mercado” pues mi maternidad me impide brutalmente la participación laboral normal, porque claro, quiero estar con mis hijos!.  Por otro lado no entiendo eso de que emparejar la cancha para que todos los niños en esa edad tan importante (entre 0 y 3 años) tengan el cuidado que necesitan, es decir, ¡¡¿consideran como política pública que el cuidado de una guardería es el óptimo?!!!   El cuidado que necesitan los niños es el de su madre, eso todo el mundo lo sabe, no necesitamos que vengan grandes estudios ni investigaciones extranjeras a decírnoslo.  Las madres queremos cuidar a nuestros hijos, y los hijos que recién venimos a este mundo queremos y nuestro único modo de vida es estar con nuestra madre.  ¿Es tan difícil entenderlo? ¿Es tan difícil adecuarnos a esta necesidad primordial del ser humano?





jueves, 15 de agosto de 2013

Reflexiones acerca de nuestro Ciclo Menstrual



En mi caso, la maternidad trajo consigo sin duda alguna y sin derecho a negarse, la conexión profunda con mi propio cuerpo.  Solo cuando sentí que algo dentro mío era diferente, pude darme cuenta de lo desconectada que había vivido conmigo misma, con mi ser interno y con mi ser físico.  Solo cuando descubrí que yo llevaba otra vida dentro de mí, descubrí que mi vida era tan importante como la que llevaba en mi útero y más aún, descubrí que todo los esfuerzos que yo había hecho para habitar el mundo allá afuera, no servían de mucho, pues lo que yo siempre había necesitado era habitarme dentro, en armonía con quien yo verdaderamente era.

Entre los aspectos importantes que descubrí fue que mi ciclo menstrual era perfecto, que siempre había estado en mi cuerpo y al que yo nunca había dado tanta importancia, al contrario había casi siempre despreciado. Siempre había intentado hacerse oír, pero yo lo silenciaba.  Esta vez la ausencia de mi menstruación –esa tan temida ausencia otrora- había traído a mi vida una felicidad que encandilaba.  Mi menstruación no llegó porque se volvió nido. Este hecho tan sencillo y simple revestía en mí la culminación de un desconocido y acallado anhelo. Entonces entendí su importancia en mi cuerpo y en mi vida.

En una sociedad por excelencia masculina, donde los aspectos femeninos –sensibilidad, flexibilidad, variabilidad, etc.- se prefieren ocultar, es normal que la mayoría de las mujeres renegamos de nuestra condición menstrual.  Normalmente es una “lata” estar “indispuesta” y lo único que quieres es que aquellos 3 o 4 días pasen rápido, sin que se note allá afuera ni que se entere nadie. Salir airosa de esos días impertinentes es el único objetivo.  Los días de menstruación son un verdadero pesar.  Con esta actitud solo negamos nuestra identidad, contraemos el útero para que “no se note nada” y empieza el dolor: el dolor físico, emocional, etc.

Desafortunadamente, las mujeres no hemos sido educadas en conocernos a nosotras mismas, en conocer un aspecto femenino primordial y que nos define como mujeres: nuestra capacidad básica de ser madres y en general nuestra capacidad creadora. Estas capacidades nos la representa nuestro ciclo menstrual.  Este ciclo se divide en cuatro fases: preovulatoria, ovulatoria, premenstrual y menstrual. Cada una de estas fases trae consigo una serie de cambios corporales a nivel hormonal y de diferentes actitudes emocionales y mentales.  Estas actitudes son las que hoy en día nos traen tantas molestias debido a nuestra nula comprensión y tajante negación de lo que pasa en nuestro cuerpo.  Nos han enseñado a que ser mujeres, con todas sus irregularidades y cambios, es intolerable e importuno y de ahí la lucha eterna de parecernos cada vez más a un hombre estrictamente estable. 

En este punto vuelvo y rescato, si conocemos nuestro ciclo menstrual por fin nos entenderemos.  Si dejamos de lado al fin la lucha por esconder nuestra esencia femenina, entenderíamos por ejemplo, que este ciclo menstrual es un reloj perfecto que nos permite ser actrices e interpretar variados papeles en nuestra vida sin perder nuestra esencia. Podemos ser creativas, podemos crear, podemos retraernos, podemos descansar.  Tenemos todas esas posibilidades y más dentro de nuestro ciclo en aproximadamente un mes. Y se nos abren tantas posibilidades en nuestra vida entendiendo esto, dejamos de oponer resistencia, nos damos la oportunidad de conocernos, crecer, expandirnos, gestar, retrotraernos y renacer. Fluimos con la vida y dejamos de ver como una carga nuestro ser esencial.

Ha llegado la hora de poner fin a los tiempos en que la mujer vive escondiendo su estilo cambiante tratando de parecer estable. Ha llegado la hora de aceptarse hermana de la luna y comienza a ver con otros ojos como cambia a lo largo de su ciclo y disfruta con intensidad su luna nueva, su luna creciente, su plenilunio, su luna menguante.  Ha llegado la hora de poner fin a las enseñanzas culturales que amargamente nos enseñaron a ver nuestra menstruación –fase patente de nuestro ciclo menstrual-  con asco, pudor y vergüenza. Ha llegado la hora de reconectar con nuestros ciclos  que nos muestran el camino hacia el desarrollo de una nueva femineidad consciente.  Atenderlos es entrar definitivamente en nuestro cuerpo y habitarlo con gozo.  Tomemos consciencia de ello.


miércoles, 7 de agosto de 2013

Lo bello de nutrir y amar


Para las que miraron con extrañeza la boca de su hijo en su pecho por primera vez..

Para las que lloraron de dolor en sus pezones…

Para las que sintieron mil agujas en los pechos…

Para las que sintieron la tensión y los pechos colmados…

Para las que sintieron desde sus axilas como una ola intensa las abrazaba..

Para las que vieron en la boca de su hijo vías lácteas amarillas, blancas y rojas..

Paras las que los primeros días entraron en un tiempo sin tiempo y estuvieron con el bebé día y noche al pecho…

Para las que sintieron que habían nacido solo para ello…

Para las que sintieron impotencia y desesperación esos momentos…

Para las que sintieron poco cobijo en la inmensidad de los pechos llenos y un niño llorando…

Para las que no sabían cómo enganchar a su hijo en su pecho para que siguiera alimentándose…

Para las que comenzaron a recibir consejos desafortunados…

Para las que recibieron diagnósticos desgarradores y se sintieron inútiles…

Para las que llorar y amamantar fue una constante…

Para las que tuvieron que enfrentar sus sentimientos con los cálculos pediátricos...

Para las que no tuvieron más remedio que creer que su leche era aguada, que no alimentaba…

Para las que no creyeron que su leche no alimentaba…

Para las que tuvieron que comprar una mamadera y leche en polvo con resignación y dolor…

Para las que compraron la mamadera y leche en polvo resueltas y seguras…

Para las que lucharon con los consejos y con tozudez siguieron con lo que les dictaba el corazón…

Para las que la lucha con los consejos fue demasiado cruenta y tiraron la toalla…

Para las que dieron teta por poco tiempo…

Para las que no dieron teta…

Para las que supieron conciliar entre los diagnósticos de bajo peso y mantuvieron una lactancia mixta…

Para las que dieron la lucha, y pronto se enfrentaron a su realidad laboral…

Para las que lloraron cuando tuvieron que volver a trabajar…

Para las que  sintieron desangrarse cuando su hijo no quería aceptar el chupete plástico mientras ellas trabajaban…

Para las que llegaban corriendo a casa por la tarde y ofrecían a su hijo sus pechos por horas durante la noche…

Para las que siguieron llorando en sus lactancias…

Para las que tuvieron que sacarse leche en un baño…

Para las que no pudieron sacarse leche en un baño…

Para las que dieron teta por las noches durante años…

Para las que después de años siguen dando teta…

Para las que no estuvieron embarazadas y alimentan a sus hijos con todo el amor que tienen en las entrañas…

Para las que han hecho caso omiso de las recomendaciones y los malos presagios para sus hijos por ser poco independientes…

Para las que no creen en las exigencias actuales de vanidad que sacramentan sus pechos…

Para las que no se asustan por los diagnósticos terribles en torno a su salud por seguir dando teta a sus hijos de 1 o 2 o 3 o 4 o 5 años o más…

Para las que se horrorizan por ver como otras amamantan pasados los 2 años…

Para las que han respetado sus tiempos y los de sus hijos y han destetado o mantenido la lactancia de acuerdo a los ritmos de la diada mamá-hijo…

Para las que destetaron por cansancio…

Para las que les dolió en el alma destetar por hacer caso a agentes externos…

Para las que destetaron y se sintieron felices…

Para las que destetaron y se sintieron tristes…

Para muchas más…

Lo bello es amar y admirar la naturaleza que sigue su curso en nuestro interior, en nuestro corazón, con su líquido lácteo y alegre inundando la boca de los niños.  Mujeres! ustedes han pasado por los mejores momentos de sus vidas, porque la vida misma les ha regalado la epifanía de ser madres, la suerte más grande que puede tener una mujer que ha decidido ser consciente del proceso maravilloso que es gestar y criar.

El nutrir un bebé es una experiencia iluminadora y que en los días que corren no es algo fácil, una experiencia única que nos permite desarrollar las más altas cualidades que podemos tener los seres humanos: la paciencia, la compasión, la tolerancia, el autoconocimiento y la capacidad de sanar, e ir más allá de nosotras mismas, de crecer.

Han tenido la oportunidad grandiosa de llenar por completo un espacio vacío que lleva el alma, y lo han hecho de la mejor forma, de acuerdo a las circunstancias y a lo que ha dictado su alma.  La nutrición más grande que pueden dar a sus hijos es la lactancia, sea esta física o energética,  una lactancia consciente que nutre no solo a  sus hijos, si no a ustedes mismas y al universo entero.  Las posibilidades de poder llenar físicamente los pechos de leche muchas veces, dada la poderosa corriente que nos lleva hacia el artificio hoy, es una lucha complicada.  Sin embargo, en la plenitud de nuestro sentimiento materno, la cascada láctea que llevamos dentro como mujeres y madres, se llama AMOR, y esa leche es totalmente a prueba de consejos, ideas preconcebidas, descalificaciones y condicionamientos.  Es esta plenitud, espléndida flor de amor, la que nos ha llevado a todas a amamantar de mil modos, de nutrirlos con afecto, alimento y calor.  Este tesoro escondido lo llevamos dentro generosamente colmando abundantemente corazones y alma, iluminando vidas como una verdadera lámpara láctea.


Y seguimos amando… 

sábado, 3 de agosto de 2013

Las batallas de la lactancia


“… como una gota de agua
que en otra gota descansa”
Gabriela Mistral
Blanca Nieve en la casa de los enanos



 Hay madrugadas en la que despierto en medio de la oscuridad sintiendo que mi hijo busca mi pecho.  Ahí en ese mismo momento siento mi respiración profunda, el resuello de mi hijo mamando y el calor rodeando y protegiéndonos. Puedo sentir en mis manos las palpitaciones que la vida hoy ha querido regalarnos. Siento en mi pecho el líquido imperturbable que emana generoso y mágico obsequiándonos un minuto más de plenitud. Amamanto y siento que soy poseedora de un gran privilegio, amamanto y tomo conciencia de que en los días que corren la lucha que involucra el amamantar no es fácil de enfrentar.

Como la de muchas, mi primera historia de lactancia fue tortuosa.  Me dolió en lo más profundo de mi alma cuando el pediatra me dijo que debería darle leche de tarro porque mi hijo no engordaba.  Me dolió no tener ningún apoyo de las mujeres que me rodeaban porque ellas mismas pensaban que la leche de tarro era lo mejor.  Así, en medio de mi desinformación y mi falta de apoyo decidí seguir mi instinto casi de forma clandestina, y continué luchando por amamantar a mi hijo. Conseguí en ese momento una lactancia mixta.  Llegado el año, factores desgraciados y exteriores conjuraron para que el destete se diera.  ‘Ya esta grandecito’ dijeron también.  Procuré, casi sin saberlo, que el proceso fuera lo más respetuoso para mi bebé. Pero no lo fue para mí. El dolor aquel aún lo siento. Recuerdo la última vez que mi bebé tomo de mi pecho y del diálogo que ambos establecimos para entender las circunstancias por las que debíamos pasar.  En su corta edad entendió como un sabio lo que yo no pude entender.  Por aquél entonces yo sé que mi historia extravió un gran hito de equilibrio. Mi leche se secó y algo en mí se marchitó. 

Mi segunda lactancia se inició conmigo revestida de mucha más confianza. Así lo sentía yo. Sin tanto dolor, sin tanto temor, con mi experiencia previa. Me sentía verdaderamente como un manantial de leche blanca, de oro líquido.  Pero vino nuevamente la pediatra a decirme que mi niño no estaba subiendo de peso y que nuevamente debería darle leche de tarro.  Todos mis brujos y flores marchitas salieron para mi espanto. Golpe certero contra mi autoestima. En ese mismo instante también acudieron pronto mis cucos de tener que volver a trabajar.  No sé cómo no bajé la guardia.  No quería perder la lactancia y no dejaría que nada me detuviera como lo hice la primera vez.  Libré una nueva batalla tan difícil como las otras. 

Hoy en día, creo que amamantar es un verdadero privilegio.  Hoy una mujer que amamanta de forma consecuente con su ser interno y su sentimiento maternal es una mujer que ha logrado concientizar la sabiduría de su cuerpo femenino y ha logrado mantenerse y nadar contra corriente. Corriente muy fuerte por cierto. Pero la tozudez y la determinación femenina no siempre son factores suficientes y no siempre habrá mujeres que tengan tan claro lo que significa la lactancia.  A veces la cultura viene con sus plásticos, sus horarios laborales estrictos e inflexibles, con leches fáciles de preparar y sus ideas de ‘hacerte la vida más fácil’, con sus ideas de mujer independiente y niño autónomo ojalá a semanas de vida.  Estas ideas son más fuertes y condicionantes frente al escaso apoyo que tenemos en general.  La verdad es que es difícil desenredarnos de tanta idea preconcebida que descalifica nuestra naturaleza y nuestra leche. ¡Desde nuestras bisabuelas, abuelas, madres llevamos años viviendo con estas ideas! En estas condiciones se inician nuestras lactancias que se vuelven caminos difíciles y que no todas logramos concretar. 

A veces me pregunto por qué se ha desacreditado tanto nuestra leche.  Un alimento que no sólo protege al bebé y a la mujer de numerosas enfermedades, si no que tiene un sinfín de ventajas y beneficios para todo el mundo, es un verdadero regalo que cada mamá e hijo debería disfrutarlo a destajo.  Asimismo, la lactancia representa un hito importante dentro de la sexualidad femenina y creo que debería ser un firme derecho que todas las mujeres debemos reivindicar y que esta sociedad –si quiere catalogarse de civilizada- debe reconocer, apoyar y promover. La creación de redes de apoyo, el mejoramiento de la asistencia profesional que las madres embarazadas y lactantes reciben, y por sobre todo la educación que recibimos las mujeres desde niñas deberían ser por lo menos prioridades en las políticas públicas que ayudarían a que amamantar fuera un derecho y no una batalla cruenta como las que nos toca enfrentar hoy en día.

Cierro los ojos y observo mis madrugadas, mi sensación se preña y siento mi pecho lleno y la vida misma transcurre en ese minuto de inspiraciones desbordadas: con mi hijo al pecho y el abrazo de su hermano. Mis lactancias no fueron fáciles porque mi ser mujer se formó en una sociedad que siempre descalificó y pisoteó eso mismo, mi ser mujer. En algún sentido mi tozudez me ayudó para que la batalla de mis lactancias me hiciera sentir hoy el gozo y el privilegio que tengo de poder amamantar. Pero los depredadores siguen al acecho: mi hijo tiene casi dos años y ya tengo recomendaciones de destete.  La lucha debe continuar. Continuar porque en este mundo cada día debe haber más mujeres e hijos que puedan disfrutar sin luchas, sin temores y sin tabúes de lo que les pertenece por excelencia: el contacto y la leche materna.