sábado, 3 de agosto de 2013

Las batallas de la lactancia


“… como una gota de agua
que en otra gota descansa”
Gabriela Mistral
Blanca Nieve en la casa de los enanos



 Hay madrugadas en la que despierto en medio de la oscuridad sintiendo que mi hijo busca mi pecho.  Ahí en ese mismo momento siento mi respiración profunda, el resuello de mi hijo mamando y el calor rodeando y protegiéndonos. Puedo sentir en mis manos las palpitaciones que la vida hoy ha querido regalarnos. Siento en mi pecho el líquido imperturbable que emana generoso y mágico obsequiándonos un minuto más de plenitud. Amamanto y siento que soy poseedora de un gran privilegio, amamanto y tomo conciencia de que en los días que corren la lucha que involucra el amamantar no es fácil de enfrentar.

Como la de muchas, mi primera historia de lactancia fue tortuosa.  Me dolió en lo más profundo de mi alma cuando el pediatra me dijo que debería darle leche de tarro porque mi hijo no engordaba.  Me dolió no tener ningún apoyo de las mujeres que me rodeaban porque ellas mismas pensaban que la leche de tarro era lo mejor.  Así, en medio de mi desinformación y mi falta de apoyo decidí seguir mi instinto casi de forma clandestina, y continué luchando por amamantar a mi hijo. Conseguí en ese momento una lactancia mixta.  Llegado el año, factores desgraciados y exteriores conjuraron para que el destete se diera.  ‘Ya esta grandecito’ dijeron también.  Procuré, casi sin saberlo, que el proceso fuera lo más respetuoso para mi bebé. Pero no lo fue para mí. El dolor aquel aún lo siento. Recuerdo la última vez que mi bebé tomo de mi pecho y del diálogo que ambos establecimos para entender las circunstancias por las que debíamos pasar.  En su corta edad entendió como un sabio lo que yo no pude entender.  Por aquél entonces yo sé que mi historia extravió un gran hito de equilibrio. Mi leche se secó y algo en mí se marchitó. 

Mi segunda lactancia se inició conmigo revestida de mucha más confianza. Así lo sentía yo. Sin tanto dolor, sin tanto temor, con mi experiencia previa. Me sentía verdaderamente como un manantial de leche blanca, de oro líquido.  Pero vino nuevamente la pediatra a decirme que mi niño no estaba subiendo de peso y que nuevamente debería darle leche de tarro.  Todos mis brujos y flores marchitas salieron para mi espanto. Golpe certero contra mi autoestima. En ese mismo instante también acudieron pronto mis cucos de tener que volver a trabajar.  No sé cómo no bajé la guardia.  No quería perder la lactancia y no dejaría que nada me detuviera como lo hice la primera vez.  Libré una nueva batalla tan difícil como las otras. 

Hoy en día, creo que amamantar es un verdadero privilegio.  Hoy una mujer que amamanta de forma consecuente con su ser interno y su sentimiento maternal es una mujer que ha logrado concientizar la sabiduría de su cuerpo femenino y ha logrado mantenerse y nadar contra corriente. Corriente muy fuerte por cierto. Pero la tozudez y la determinación femenina no siempre son factores suficientes y no siempre habrá mujeres que tengan tan claro lo que significa la lactancia.  A veces la cultura viene con sus plásticos, sus horarios laborales estrictos e inflexibles, con leches fáciles de preparar y sus ideas de ‘hacerte la vida más fácil’, con sus ideas de mujer independiente y niño autónomo ojalá a semanas de vida.  Estas ideas son más fuertes y condicionantes frente al escaso apoyo que tenemos en general.  La verdad es que es difícil desenredarnos de tanta idea preconcebida que descalifica nuestra naturaleza y nuestra leche. ¡Desde nuestras bisabuelas, abuelas, madres llevamos años viviendo con estas ideas! En estas condiciones se inician nuestras lactancias que se vuelven caminos difíciles y que no todas logramos concretar. 

A veces me pregunto por qué se ha desacreditado tanto nuestra leche.  Un alimento que no sólo protege al bebé y a la mujer de numerosas enfermedades, si no que tiene un sinfín de ventajas y beneficios para todo el mundo, es un verdadero regalo que cada mamá e hijo debería disfrutarlo a destajo.  Asimismo, la lactancia representa un hito importante dentro de la sexualidad femenina y creo que debería ser un firme derecho que todas las mujeres debemos reivindicar y que esta sociedad –si quiere catalogarse de civilizada- debe reconocer, apoyar y promover. La creación de redes de apoyo, el mejoramiento de la asistencia profesional que las madres embarazadas y lactantes reciben, y por sobre todo la educación que recibimos las mujeres desde niñas deberían ser por lo menos prioridades en las políticas públicas que ayudarían a que amamantar fuera un derecho y no una batalla cruenta como las que nos toca enfrentar hoy en día.

Cierro los ojos y observo mis madrugadas, mi sensación se preña y siento mi pecho lleno y la vida misma transcurre en ese minuto de inspiraciones desbordadas: con mi hijo al pecho y el abrazo de su hermano. Mis lactancias no fueron fáciles porque mi ser mujer se formó en una sociedad que siempre descalificó y pisoteó eso mismo, mi ser mujer. En algún sentido mi tozudez me ayudó para que la batalla de mis lactancias me hiciera sentir hoy el gozo y el privilegio que tengo de poder amamantar. Pero los depredadores siguen al acecho: mi hijo tiene casi dos años y ya tengo recomendaciones de destete.  La lucha debe continuar. Continuar porque en este mundo cada día debe haber más mujeres e hijos que puedan disfrutar sin luchas, sin temores y sin tabúes de lo que les pertenece por excelencia: el contacto y la leche materna.  



3 comentarios:

  1. Maravilloso .... mucha razón en que no debería ser una lucha, si no un derecho consagrado. Yo dí pecho hasta los dos años de mi hijo Cristóbal, habría seguido, pero la desinformación y tras hacerle caso a una nutricionista ... plun ... yo igual siento un vacío ... que habría sido si hubiéramos continuado.
    Gracias por tú experiencia y entregar esta parte de tú alma...

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  2. gracias por compartir tus sentires. Yo tuve mi bebé hace tres meses y a pesar de que me encuentro bien informada y luchadora, a veces es terrible la presion externa por todas las creencias y prejuicios que se le hacen a una mamá primeriza o reciente. Y la inevitable sensacion de influenciarse por todas esas opiniones que quieren llevarte a la independencia tuya y de tu bebé lo antes posible. Una lucha que sólo será ganada cuando gane la intuición por sobre la razón.

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