miércoles, 5 de febrero de 2014

Acceso a la conciencia del poder femenino



He estado algo ausente estos últimos tiempos, lo se.  Y la verdad es que me llama mucho ponerme a escribir pero hay tanto que hacer que el valioso tiempo de escritura y reflexión se ha visto un tanto mermado.  Sin embargo, entre tanto movimiento también se me ha dado el recogimiento, el descanso en madriguera, la observación a cierta distancia.  Han sido tiempos de cambios intensos, de movimientos internos enormes, de traslados y reacomodamientos.  Todo se mueve,  se renueva, cambia de lugar y una siente que crece, o al menos se enriquece.  Tener la capacidad de estar en pausa y observar la vida como transcurre es verdaderamente maravilloso.  Sentir y tan solo poder sonreir por sentir la vida de uno es a lo que yo llamo vida. 


Por lo pronto, me gustaría compartir algunos extractos de un excelente libro de la Dra. Christiane Northrup que se llama Madres e Hijas, Sabiduría para una relación que dura toda la vida.


ACCESO AL PODER DE LA CONCIENCIA

La conciencia, que trabaja mediante las leyes de la naturaleza y en unión con ellas, genera y sostiene nuestro cuerpo desde el principio a fin de nuestra vida.  Para tener el máximo acceso a nuestra capacidad de mantener o conseguir la salud y la felicidad óptimas, necesitamos reconocer, aprovechar y acceder al poder contenido en esta conciencia.  Hemos de aprender a usar consciente y hábilmente ese poder en cada fase de nuestro viaje vital. 

Tradicionalmente, la posesión y el uso del poder ha sido asunto problemático para las mujeres, así que quiero dejar claro lo que pretendo decir cuando hablo de poder femenino.

La ciencia define el poder como la energía necesaria para hacer un trabajo o cambiar la materia de un estado a otro, como, por ejemplo, convertir el agua en vapor o levantar una piedra.  Es decir, el poder es la energía necesaria para hacer algo que ocurra.

Las culturas orientales, particular, las enseñanzas del taoísmo, dividen el poder en dos tipos: yin y yang. El poder yang es en el que piensan la mayoría de los occidentales cuando se oye la palabra “poder”; se mueve activa e intencionadamente hacia un objetivo en el mundo externo; usamos poder yang para pisar el acelerador y lanzarnos hacia nuestros objetivos.  El poder yang se asocia con la masculinidad.  Cuando no está equilibrado por su opuesto, el poder yin, el poder yang se convierte en una fuerza que se usa para controlar y dominar a otros. Un exceso de poder yang en una persona lleva a una estimulación excesiva del sistema nervioso simpático y una sobreproducción de las hormonas del estrés, lo que conduce a trabajar en exceso, provocando agotamiento y enfermedad crónica.

El poder yin por su parte es el poder de la expectación y la fe.  Usamos el poder yin para cambiar nuestra mentalidad o creencias, para ser más capaces de atraer lo que deseamos. El poder yin sabe cómo y cuándo esperar y refrenarse.  Sabe que a veces la mejor acción es no hacer nada.  La esencia del poder yin es saber que no se puede forzar un cultivo de ningún tipo sin comprometer su calidad y cantidad.  El poder yin es el poder del óvulo que envía una señal al espermatozoide y luego se sienta a esperar que este venga.  Es también el poder que hacer germinar la semilla en la oscuridad. El poder yin se asocia a la feminidad. Un exceso de poder yin es causa de pasividad y dependencia en la vida y en las relaciones. A menos que se equilibre con poder yang, puede llevar al letargo, falta de motivación e iniciativa, y estancamiento.

En lo que yo llamo poder femenino están integrados el yin y el yang.  Al evaluar mi vida he encontrado útil pensar que este poder está dividido en cinco facetas diferentes, todas interrelacionadas sin solución de continuidad.  Nuestra madre nos proporciona el andamiaje básico para saber usar las cinco facetas de poder en la vida.  Es nuestra tarea remodelar este andamiaje para adaptarlo a nuestra finalidad única del alma, examinando y poniendo al día nuestras creencias y comportamientos en cada aspecto.  

Christiane Northrup
Madres e Hijas, Sabiduría para una relación que dura toda la vida
P. 46