miércoles, 18 de febrero de 2015

Historias de parto: El parto de Paula y el nacimiento de Diego

Hace 17 meses a mi hijo lo trajeron al mundo, mi ilusión de parto natural sin epidural se esfumó, así, porque si, y he de entender algún día que las cosas fueron así y que ya han pasado...que me he de curar...



Estaba informada en el momento de mi parto, pero me faltó carácter, determinación y empoderamiento en el momento de afrontarme al parto. Desafortunadamente, no conté con la opción de dar a luz en casa, aunque me hubiera encantado, pero una serie de miedos infundidos por mi entorno me hicieron decantarme por el hospital, algo de lo que me arrepiento y me arrepentiré hoy y siempre.

Recordando todo el proceso de mi hospitalización y mi parto, y con la historia clínica en la mano, empieza una marcha atrás en el tiempo que me hará verter en estas paginas toda mi experiencia vivida el día en que mi hijo fue traído a este mundo.

Diego se resistía en venir al mundo, tendría que haberlo hecho el día 15 de Junio, ,pero pasaban los días y los días y Diego no venia, hasta que el día 25 de Junio, el hospital llego a su limite protocolario y me pide hospitalización para inducirme el parto el día 26. Mi mundo y planes se derrumbaron, era consciente de que un parto inducido seria más doloroso y tendría mas riesgo de terminar en una cesárea, aun así, pedí al hospital que me diera tiempo para que mi cuerpo lo hiciera de manera natural, confiaba en él y le quería dar el tiempo que mi cuerpo necesitaba para que mi hijo viniera cuando él quisiera.

Me dieron plazo un día más, el día 27 debería llegar a las 8am para que empezara todo cuando ellos querían.

El día 25 y el día 26 fueron días muy tristes para mi, no paraba de llorar, porque veía que la situación se me iba de las manos, no podría controlar algo que para mi tendría que ser natural y que alguien en un par de días decidiría cuándo mi vida cambiaría para siempre, y no iba a ser mi hijo quien lo hiciera...

El día 26, recuerdo haberme levantado con ganas de ganarle el pulso a los protocolos del hospital, y decido irme a caminar por toda la ciudad a velocidad de vértigo, no sé de donde sacaba la agilidad, mis 15 kilos de más de peso, el verano que me clavaba en el suelo, mi angustia, mi desesperación, mi dolor, mi frustración y mi todo hacian que mi velocidad fuera cada vez más y más rápida, creía que así podría lograr que mi hijo viniera, acelerando su llegada de una manera menos invasiva. Mi pobre madre corría detrás de mi, llorando a mi mismo compás... Hasta que por fin, paré, frené, me senté y lloré, lloré y lloré, impotente, viendo como pasaban las horas y mi parto seguía dependiendo más del hospital que de mi misma.

Por la noche, mi pareja llego, me dijo que quería ir a cenar por ultima vez como pareja, celebrar nuestra ultima noche solos, y reservó mesa en un restaurante Indio, habiéndose informado que el picante también ayudaría a desencadenar el parto.

Nos pusimos nuestras mejores galas, y fuimos a celebrar lo que de manera escogida, y a dedo, sería nuestra última cena como familia de 2.

A la vuelta a casa, volvimos en autobús, por una calle donde estaba bastante mal pavimentada, y de broma le dije: - ¿Te imaginas que rompiera aguas aquí mismo por el movimiento del bus?-  Nos reímos, llegamos a casa.... no pasó...

Me puse el pijama, derrotada, cansada y pensando en el día siguiente, me senté en el sofá a descansar y hablar con mis padres de la cena.

Me levante al baño para hacer pipí, y al agacharme para sentarme rompí aguas... salió, rompió, llovió por entre mis piernas todo el liquido que había resguardado a mi hijo por 9 meses.

Grité, grite, Bien! Bien!!! Todos vinieron hacia el baño y yo con las manos en la cara llorando de emoción no podíamos creer que había logrado que mi cuerpo rompiera aguas de manera natural.

Feliz porque mi pesadilla de la inducción había terminado, porque yo había ganado el pulso, porque mi hijo había decidido su momento.

Nos preparamos, me limpié y fuimos todos al hospital. Eran las 00:00h del día 27, el día en el que en principio tenia que haber ido a las 8am para que me indujeran el parto.

Me hicieron las primeras valoraciones, allí tuve una contracción muy fuerte, pero aun al tacto seguía estando “muy verde”. Creo que deberían borrar esta frase de los protocolos obstétricos!

Me subieron a la habitación, con la ya amenaza de que si a las 12 del día no había dado a luz, me bajarían de nuevo a sala para evaluar e inducir.

En mi habitación, tranquilamente, con mi pareja empece a tener mis contracciones, a su tiempo, en su debida duración, con sus lapsos y sus tiempos, sus dolores que poco a poco aumentaban según iban pasando las horas, pero Diego no quería aun salir.

Ya cerca de las 12 del día, las contracciones un poco más fuertes, soportables pero fuertes se presentaban un poco más seguidas, pero dándome tregua de descanso, cuando llegan a por mi, un enfermero... desde ahí ya supuse que mis planes y mi control había terminado.

Me bajaron a una sala, donde había 2 camillas y una cortina que separaba una camilla de la otra, me recibió una mujer, de la que no recuerdo su cara, pero sí su voz, una voz que me da aun escalofrío, y de la que seguro que si vuelvo a escuchar saldría corriendo para no tener que verle la cara nunca jamas.

Me mira y me habla en tono altivo y prepotente y con la que tengo la siguiente conversación:

Ella: Qué?! Ya estas de parto?

Yo: Si! Tengo contracciones (mi semblante era de felicidad, estaba feliz porque veía que poco a poco se acercaba el momento de ver y tener a mi hijo, era feliz porque me sentía capaz de sacar adelante mi parto, era feliz porque me sentía segura de que yo podría hacerlo, sin epidural, sin anestesia con mi cuerpo y mis ritmos.)
Ella: JAJAJA!!! Venga hombre, tu no estas de parto! Si estuvieras de parto no podrías ni hablar, eso no son contracciones!!!

Yo: Oiga, señora, quiero estar feliz, porque quiero estar relajada y ayudar a que todo salga bien y fluido.

Ella: Venga, acuéstate aquí, que te voy a hacer un tacto...(Sale riéndose del cubículo, burlándose de mi...)

Me acosté en la camilla, y me hizo el tacto, soltó su palabra clave...Uy! Pero si tu estas muy verde!!!

Mi mundo cayó de nuevo!, pensaba que esta muy dilatada, pero según esta mujer, solo estaba de 2cm.

Me tocó de nuevo, hizo algo que no dolió, mato! y me destrozó la vida de ahí en adelante... perdí el control de mi cuerpo, el dolor se apoderó de mi enseguida, mi mente, cuerpo y alma se retorcían sobre una camilla de 80cm de ancho por quizás 180 de largo, lo sé porque alcanzaba a tocar los barrotes superiores e inferiores de la cama cada vez que me retorcía de dolor.

Con el tiempo supe que lo que aquella mujer me había hecho había sido la famosa maniobra de Hamilton, sin permiso, sin aviso, sin información, simplemente una respuesta por parte de ella ante mi grito desgarrador de: ESTO SI QUE ES UNA CONTRACCION!!! No las tonterías que tenias... ahora SI que estas de parto!

Se marchó, tan pancha, tan feliz, tan orgullosa de haberle enseñado a una mujer lo que era una contracción, en contra de su cuerpo, en contra de su ritmo, en contra de su naturaleza y deseo...

A partir de ahí, yo no controlaba nada, el dolor me controlaba a mi; así pues comienza mi lucha interna de soportar unas contracciones dolorosas, infernales de las que me hacían perder el conocimiento...

La mujer volvió, yo no era consciente de mi entorno, me metió una pastilla en la boca, no sé porque la tomé, no se porqué me dejé, quedé a merced de esta mujer... luego, intentó hacerme firmar un documento, que pretendía que yo leyera, y al que hoy miro incrédula de cómo pude firmar algo así... en mi firma se plasma el dolor y la frustración que en ese momento sentía

En la camilla de al lado habían traído a otra chica, de la que solo recuerdo que llamaba a familiares diciendo que la tenían en sala de dilatación, una chica que no había empezado siquiera con su trabajo de parto, una chica que seguro al oírme a mi gritar como una bestia, padecía imaginando lo que se le venia encima... y yo, en ese momento sintiendo reparo y vergüenza y pudor de no gritar tanto para no dar la nota... donde estaba mi intimidad?! Quería volver a mi habitación...

Me pasaron a sala de partos, sobre las 14h, allí me quedé sentada en el water, pero el enfermero de turno me hizo levantar, pidiéndome que me acostara en la camilla para monitorizar a Diego... una vez allí acostada nunca más me pude levantar...no me volvieron a quitar los monitores y además empezó una carrera entre la química pura y la química natural... oxitocina sintética intravenosa, como quien sube el volumen a la radio cuando escucha una canción que le gusta... pipipipi... sonaba la maquina que dosificaba el liquido que haría el trabajo por mi...

Otro tacto Paula... venga mami! a ver como estamos...! Oh! Qué verde estas! ...y así una y otra vez.... Estas de 3!! , estas de 4!!, uy, que no avanzamos nada... quieres la epidural? No??!!! jolín...!!! Venga más oxitocina... pipipipi (la maquinita)....  y yo postrada en esa camilla, atada por los monitores, con la vía en mi mano, por un lado poniendo antibiótico (tenia estreptococo positivo) y la otra irrigando oxitocina a mi organismo, y yo sin ser responsable de mis movimientos, sin poder hacer nada, caía rendida y destrozada, casi inconsciente después de cada contracción.

Un sin fin de intervenciones, excesiva medicación y poco respeto a mis ritmos y tiempos hicieron que mi parto se estacionara, pararan las contracciones a eso de las 20h y dejara de dilatar más allá de 6cm.

Después de tantas horas, tanta oxitocina sintética y tanto cansancio, detectaron que Diego empezaba a tener bradicardias Le realizaron 2 pruebas de PH para ver su nivel de oxigeno en la sangre, afortunadamente las pruebas salieron muy bien.

Después de 22 horas de trabajo de parto, sin epidural, deciden realizarme una cesárea Eso si, programada para después de las tandas de penaltis del partido decisivo que se jugaba España contra Portugal en la eurocopa del 2012... qué casualidad...

Yo solo sé que cuando me proponen ponerme la epidural sentí frustración y tristeza, de ver como poco a poco todo lo que había querido y todo lo que había luchado se difuminaba en un  simple deseo, en un simple capricho, de sentir y ayudar a mi hijo venir al mundo...

De mi cesárea poco puedo contar y recordar, solo que cuando me pasaron a quirógrafo yo  temblaba demasiado, afortunadamente tenia a mi pareja a mi lado, quien me cogía la mano, a él le miraba, y el me miraba, tan desubicado o más que yo...

Acostada en la camilla del quirófano, ya lista para “abrirme”, me informaban poco a poco lo que me iban suministrando y lo que probablemente podría sentir... Yo solo recuerdo que a mi pareja le decía que sentía que me iba, que me pesaba el cuerpo, que me hundía en la camilla, que me voy, que me voy, le decía tiritando de miedo, luchando contra mi cuerpo y manteniendo la vista en una de las rejillas de ventilación del techo, mientras sentía como me escarbaban y jaloneaban por dentro y oía a los allí presentes exclamar por el gran tamaño de mi hijo.

Diego, 28 de Junio del 2012, 2am, 4.300k, 56cm.

De repente, siento un duro vacío interno, y una frase que no olvidaré "Jolín! qué niño más grande", nos lo acercaron como quien enseña un trozo de carne para la venta, y se lo llevaron, tal cual como si lo fueran a filetear para entregártelo cortadito y empacado listo para llevar.

No recuerdo su cara cuando le vi por primera vez, solo recuerdo que en broma le dije a mi pareja que tenia sus orejas!! Se lo llevaron, lo apartaron de nosotros, le apartaron de mi...

Aún sentía como seguían escarbandome por dentro, hasta que oí llorar a Diego, y pregunté si era él... creo que ni siquiera alcancé a llorar... no hubo emoción, o quizá una mezcla de emociones que se anulaban unas entre otras...

Hicieron salir a mi pareja y me dijeron, que él me esperarían fuera, con Diego, mientras me cerraban...oh! que frase más poco delicada para una mami que le acaban de arrebatar su momento más preciado.


Y así fue.. salí de quirófano, y allí fuera estaba sentado Alberto, con Diego en brazos, tan “chiquitito” que casi ni se podía ver, y Alberto tenso, le levanta y me lo pone en mi regazo, ya en la sala postparto le pongo al pecho, y le siento mamar de mi por primera vez... no recuerdo qué sentí... solo recuerdo que eran las 4am, tenia a mi hijo encima mio, y que mi vida había cambiado para siempre...